Opinión

La blusa

Tengo una amiga que se compró entre otras cosas una blusa escotada, verdaderamente bonita. La tela, el corte y el estampado son preciosos. Pero lo que más llama la atención es que esta prenda de ropa está salpicada de minúsculos, incontables y brillantes lunares plateados. O sea, una blusa alegre que en sí misma es pura admiración. Le gusta a ella y a todos los que la ven. Pero al igual que en el paraíso, teniendo en cuenta las infinitas distancias que nos separan de él, todo lo que place en este mundo, y cada cual lo sabe por experiencia propia, tiene su pequeña serpientilla. 

Y en esta blusa, el bichejo está en las chispas que llenan los ojos de luz y que encantan. Me parece mentira a mí misma que el artículo de hoy lo ocupe con tan singular y banal motivo, cuando desgraciadamente está el mundo que se cae. Pero creo que no está mal que de vez en vez se pare uno a dar un poco de importancia a las mínimas cosillas cotidianas con las que hay que vivir. Y son éstas las que tejen las horas del tiempo que no cuentan los relojes y se nos dan para ocupar, al margen de los grandes y terribles acontecimientos que nos duelen, que no podemos solucionar y nos acongojan en nuestra impotencia. Pues, bien, volvamos a la frivolidad centro de nuestra atención en el día de hoy. Mi amiga fue invitada a comer como todos los domingos a casa de unos queridos familiares, y muy ufana estrenó su capricho. Creía que iba muy bien con él, y en realidad así era, tal y como opinaron todos los comensales. Comieron, hicieron una grata sobremesa, pero había que marcharse. Mi amiga cogió el coche francamente feliz, pero al llegar a su destino y bajarse de él, lo contempló regado de puntos brillantes. 

Llamó entonces a su familia y de allí le confirmaron que el lugar en el que se había sentado ella parecía una autentica joyería. Esto sirvió de cuchufleta, y es que mi amiga es muy dada a reírse de ella misma y lo cuenta siempre que puede. Pero no se va a desprender de la famosa blusa, los que se desprenden son los rutilantes lunarcillos, y ella, que ante cualquier cosa sentencia: “pudo ser peor”, espera que con el tiempo y los estrujamientos que les propina, llegue el momento en que no quede ni uno. Mientras tanto, al verlos en el suelo, dice con una sonrisa que vinieron a visitarla las estrellas. Y dados los tiempos que corren, puede ser.

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