Opinión

Late, siente, vive

La crueldad tiene infinidad de formas de manifestación. El ser pensante las ha inventado todas contra sí mismo, que al fin, la maldad debe de ser algo así como un bumerán. Una de las formas más viles es el maltrato a los animales, algo que dice muy mal de las sociedades llamadas civilizadas. El mal en cada una de sus facetas abunda y no faltan noticias al respecto. Noticias que son espejo en el que mirarse para conocer cómo se es en realidad y cómo funciona el corazón de un pueblo. No hace muchos días, La Región ofreció un considerable espacio en el que, con sensibilidad, Sabela Pinal, contaba la historia de Gumer. Pero ¿quién era Gumer? Sencillamente, un ser vivo, que late, que siente, y que da a las gentes lealtad y cariño. O sea, un perro. Un perro que se supone fue atropellado y abandonado, tal y como dicen los titulares, en una presa de Melón. Dejando aparte conjeturas sobre cómo sucedieron los hechos, lo que no se sabe a ciencia cierta, es bueno y conveniente el reflexionar y averiguar casos como este, teniendo en cuenta que quienes muestran ciertos comportamientos con los animales, maltrato, abandono…, puede que no se paren en ellos, y en un momento dado vayan más lejos. La educación tiene mucho que ver en ello. Habría que enseñar a respetar toda clase de vida, porque todos, humanos y animales, vamos en el mismo barco, lo que pasa es que ellos son víctimas de quienes llevan el timón. Afortunadamente, frente a gentes que desprecian a los animales, hay quienes dan valor a la Vida con mayúsculas, como la asociación “Mascotas Perdidas no Ribeiro”, entre otras, capaz de reunir entre las gentes de buena voluntad dinero suficiente para que Gumer se curase de las múltiples y graves fracturas producidas en su caída por el barranco que daba a la presa. Enhorabuena a esta asociación que se dedica a recoger a estos seres abandonados, en colaboración con el Concello de Ribadavia; a los que, generosamente, ayudaron a salvar a este ejemplar del “mejor amigo del hombre” y a todos los medios que dan noticia de esas atrocidades. Los animales no son juguetes, ni tampoco seres sin dignidad; la propia vida conlleva ese don que habría que respetar. Por eso son tan indecentes las diversiones a base del martirio y la sangre de los animales. No vale como excusa eso de la recuperación de tradiciones rancias y bárbaras.

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