Opinión

Lo correcto

Todo el mundo desea ser feliz. Todo el mundo, como en un maratón llevado al límite, corre tras la felicidad, y generalmente, cuanto más corre, la felicidad más se aleja. Parece difícil, se diría imposible, llegar a ella, atraparla y sujetarla para siempre. Pero ¿qué es la felicidad? Según la Real Academia Española de la Lengua, la felicidad es un “estado de grata satisfacción espiritual y física”; para Platón, son felices los que poseen bondad y belleza; para Aristóteles, una actividad de acuerdo con la razón y autorrealización del sujeto; para Sócrates, la felicidad depende de uno mismo y no de los demás, o sea, adoptar la mejor forma de vivir; para Ortega y Gasset, ocuparse en la singular vocación. Los conceptos de los grandes filósofos están ahí, pero hay muchas formas de entenderlos, porque para cada individuo la felicidad puede consistir en miles de formas muy diferentes de ver la vida, estar en ella y apurarla. 

Y volvemos al principio: ¿qué es la felicidad? Y si existe en verdad, ¿cómo se consigue en la práctica diaria, y se logra que “ese estado de grata satisfacción espiritual y física”, en la definición de la RAE, sea perdurable y no un instante de gracia, más o menos prolongado, pero con caducidad? ¿Cuál es la clave? Pues, queridos lectores, esa clave ha sido desvelada en una investigación llevada a cabo por la Universidad de Harvard. Lo que parecía imposible es ya realidad. Esta investigación descubre cómo se puede llevar a buen término, aunque no está muy lejos de lo que dice Sócrates. Porque aunque lo que sentimos cada momento se debe a la genética, el 40% de los estados anímicos proviene de las decisiones tomadas, según explican los investigadores en el Harvard Health Blog. Asimismo añaden que la naturaleza provee de optimismo, pero que esto no es óbice para tratar de aumentar el nivel de alegría. Algo con lo que se puede estar de acuerdo, aunque ese aumento de alborozo debe de ser bastante complicado de alcanzar hoy día. 

En cuanto a las decisiones que uno toma ¿cuál entre tantas puede ser la idónea, si no se conoce con anterioridad el resultado de la misma? ¿Cómo acertar, si las condiciones y situaciones cambian a cada paso? ¿Con sentido común? ¿Con inteligencia? Es como jugar a la lotería. Como dijo el otro, “lo difícil no es hacer lo correcto, lo difícil es saber qué es lo correcto”. 

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