Opinión

Mujeres

Hay que ver cómo el tiempo cambia las modas, los modos, la forma de ver la vida y la prioridad de las cosas. Lo que no cambia es el deseo de confiar en algo, o alguien. Ese alguien puede ser humano o no. Se necesita poner la esperanza en algo, aunque sea en un clavo ardiendo al que agarrarse para no caer en el desánimo. Antes se rezaba a los santos. Los santos, mujeres y hombres, héroes éticos y morales, que llegaban a sacrificar su vida por los demás. Para más detalles está el santoral lleno de nombres que después se ponían a los niños. Pero ¿cómo se conocía a un santo? 

Tomemos por ejemplo a San Roque, siempre acompañado por un perrito. Un tierno detalle que motiva su iconografía. Vayamos a la historia del peregrino occitano, sobre el que los historiadores no se ponen de acuerdo en el año de su nacimiento: algunos aseguran que nació en Montpellier (Francia), en 1295, otros fluctúan entre 1348 y 1350. Pero sí hay seguridad en cuanto al año en que fue canonizado: 1584. Antes de seguir, digamos que Roque significa “fuerte como una roca”. Roque era hijo del gobernador de la localidad ya citada y quedó huérfano a los veinte años. Heredero de una gran fortuna, vendió sus posesiones y repartió el dinero entre los necesitados. 

Entonces peregrinó a Roma para visitar los santuarios, pero en el camino fue víctima de una peste mortal que asoló Europa. Roque logró llegar a Italia y allí se dedicó a cuidar enfermos, a los que nadie se atrevía a acercarse, y a sepultar a los fallecidos. Se decía que él los curaba con sólo hacer la señal de la cruz. Debido a la enfermedad, su cuerpo quedó completamente llagado, y para esperar la muerte se fue solo a las afueras de la ciudad, lugar en el que, según la tradición, brotó un manantial de agua cristalina. Con ella calmaba su sed. Poco después un perro empezó a llevarle pan y a lamerle las heridas para curárselas. 

El dueño del perro notó que le faltaba el pan y siguió al perro descubriendo cuál era el fin de la sustracción. Admirado por la actitud de su perro, y compadecido de Roque, el hombre se encargó de cuidar al santo que una vez restablecido, volvió a la ciudad dedicado por entero a cuidar a los enfermos, pero también a los animales. Ésta es la historia resumida de un santo, un perro maravilloso, y su amo, que practicaron la caridad con el único interés de hacer el bien.

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