Opinión

Picante, animado, satírico

En otra ocasión ya escribí sobre el diablo cojuelo debido a la gracia que contenía la versión infantil bastante alejada de la novela más popular de Luis Vélez de Guevara. En la versión infantil del mito, se cuenta que el pequeño y revoltoso diablillo desplazaba en la caída al propio Luzbel, y con el peso de los rebeldes al caer del Paraíso, quedaba cojo. En cuanto en la citada novela que nos ocupa, el diablo ya es otra cosa no terrorífica, aunque sí, según se mire, se desarrolla un argumento picante, animado y satírico. La obra fue publicada en 1641, y en 1918 salió la primera edición crítica. 

Después “El diablo cojuelo” conoció con suerte infinidad de adaptaciones. Por aquella época los estudiantes solían ser protagonistas de las historias, y en ésta también es un estudiante el que saca al diablo de una redoma. Al diablillo, que al parecer es bastante agradecido, y también curioso por necesidad, en pago a su libertador, no se le ocurre otra cosa que llevarlo por los aires para enseñarle las interioridades de las viviendas y las gentes que las habitan. Inmejorable idea para chismorrear a gusto, lo que dejaría felices a los comentaristas de la vie en rose. 

Pero para saber de la vida ajena, el demonico levanta uno a uno los tejados de las moradas de la ciudad, como si fueran casas de juguete, y así poder contemplar las mayores intimidades mejor guardadas de cada cual. En la novela se destacan no sólo costumbres, modos y modas, sino también vicios y virtudes. Así pues, ahora cierren los ojos queridos lectores, y traten de situarse como espectadores del interior de las moradas expuestas al escrutinio ajeno. No digo que vayan de la mano del diablo cojo y cotilla, pero piensen despacio en todo lo que se puedan ver de esas interioridades ocultas, secretas, e incluso... Quedarían asombrados, seguro. ¿Quién lo iba a pensar?, dirían con una mano ante la boca para que no se oyeran sus exclamaciones.

Pero bueno, ahora ya no es necesario levantar tejados para ello. Ni tampoco abrir redomas para dejar libre al señor Lucifer. Lucifer anda suelto desde hace mucho. Y además, todo es mucho más fácil. Todo se sabe. Ya no hay secretos que valgan. Brillan a la luz del sol. Pero siempre habrá alguien en quien pensar. El ser humano es curioso por naturaleza y necesita saber que si “el hábito no hace al monje”, a quién hace? 

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