Opinión

¡Lo que hay que ver!

Entre las cosas chuscas que tuvieron lugar el pasado año en este manicomio camuflado de mercadillo de chirigotadas, sobresale la del señor del retrete, ¿recuerdan? Si el rey Midas convertía en oro todo lo que tocaba, con él, le había salido un fuerte competidor, que sin necesidad de tocar nada con las manos, es posible que lo que se desprendiera del sanitario como detritus, fuese mucho más valioso que el oro del soberano de Frigia. 

Así se entiende cuando el señor de campanillas, o sea, el alto cargo de la Junta de Andalucía, ordenó que el váter que usaba en exclusiva en su despacho normal, fuese desmontado y trasladado al despacho que iba a ocupar posteriormente. Quiero suponer que ese asiento especial, idóneo para los aprietos más cruciales, habría sido hecho a medida, en altura, anchura, espacio, control de tiempo y capacidad, con incrustaciones de valiosos materiales no asequibles para los demás mortales, en los demás establecimientos de artículos similares. Vamos, que la cosa debía ser harto extraordinaria para amarla tanto y no poder vivir ni trabajar lejos de ella, en el cumplimiento de los altos vuelos encargados a Raúl Perales Acedo, director general del Instituto Andaluz de la Juventud, que de él se trataba y no de otro. 

Pero es curioso que este encargo lleno de sensibilidad y poesía para bien de todos los seres que pueblan el espacio sideral y sus alrededores, se realizase precisamente en noviembre, mes en el que se celebró el Día Mundial del Retrete, cosa que generalmente se ignora, instituido por la ONU para recordar al mundo que hay millones de personas que no tienen acceso alguno a instalaciones de saneamiento de ningún tipo, lo que repercute trágicamente en su salud y en algo tan sumamente importante como la dignidad humana. Sin olvidar el perjuicio al medio ambiente y al desarrollo socioeconómico. Así, cuando esos millones de personas no disponen ni de lo más necesario, y tienen que resignarse a su suerte, que más bien es la enfermedad y la muerte, a este prócer no le cupo en la cabeza más alta aspiración que tener junto a sí el váter de su vida. 

Señores, admírense de las apetencias de algunos prohombres que ocupan no solamente un cargo de elevada responsabilidad, sino un váter, retrete o aseo, de alto copete. Pero no se habla nada del agua de la cisterna.

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