Opinión

Visualizaciones

Recuerdo mi pregunta de rigor en el Estudio de Artes Escénicas, en determinados momentos de duda, en los que me daba cuenta de que algo fallaba: “¿Tú ves mentalmente lo que te proporciona la lectura? ¿Sitúas a los personajes, les pones cara? ¿Ves el paisaje, el medio en el que se desarrolla la acción? A veces las respuestas eran: “No, sinceramente no veo nada”. Hoy cae en mis manos un estudio realizado en el Instituto del Cerebro de París, sobre el “misterioso espectro de la visualización de la mente”. Lo leo en Neuroscience News, y aclara como hay individuos que carecen totalmente de imágenes visuales, mientras que otros pueden crear las fantasías más increíbles. 

Lo cual y según esta investigación científica hay un vínculo entre la percepción de las cosas y las imágenes mentales. Lo que significa que unos perciben perfectamente los elementos y pueden transformarlos, mientras que otros adolecen de un leve defecto en la conciencia fenoménica, lo que les priva o impide la información visual de las imágenes. Los unos pueden recordar fielmente lo visto, los otros tienen una pantalla interior vacía. Todo ello se debe a varias causas cerebrales, como la memoria, pero sería harto difícil entrar en ello, porque la investigación es densa y atañe a cantidad de circunstancias mentales, que son las que deciden los efectos y los resultados en cuestión. Pero es difícil imaginar que no se pueda imaginar, valga la redundancia. 

Y esto pone una vez más de manifiesto lo complejo que es el ser humano. Gracias a la ciencia nos enteramos de muchas cosas, y otras que han de venir, porque el cerebro debe de ser un campo inagotable de sorpresas. Y lo que hoy es una interrogación, mañana puede sorprender que tenga tan sencilla respuesta al problema que nos traía de cabeza, nunca mejor dicho. A nivel popular se barajan dos opiniones, “no somos nada”, y “hay que ver lo grandes que somos”. Por un lado, cualquier cosa nos afecta, y a veces de una manera grave; por el otro, qué fuertes, podemos con todo. Los optimistas dicen “qué máquina perfecta”, los pesimistas, “no somos perfectos”. Ambos, creo que tienen razón. Porque somos las dos caras de una misma moneda. De todas formas, si no hay nadie más ahí fuera, cosa que parece impensable, aunque jamás lo sepamos, podemos estar seguros de que somos una especie pensante. O eso nos creemos.

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