Opinión

Debate sobre el estado de la clase política

Seguramente tendrá razón el CIS cuando sostiene que a juicio de los encuestados el Presidente del Gobierno resultó “vencedor” en el llamado debate sobre el Estado de la Nación, pero conviene no conceder al dato excesiva importancia. 

Ante todo porque siendo sinceros triunfar sobre el opositor Rubalcaba no creo que constituya en estos momentos una auténtica proeza. Y no porque el hombre no sea inteligente ni porque ignore los mundos altos y bajos de la política nacional, sino porque lleva tanto tiempo instalado en distintas esferas del poder establecido que la percepción que recibe como prototipo de integrante de lo que llaman casta política le resta muchos puntos de valoración. Mi primer encuentro con él sucedió en París. Indurain acaba de ganar su primer Tour. El Ministro de Educación o Cultura -no recuerdo el nombre concreto- quiso sumarse con lógica a la celebración. Corría mas o menos el año 1989/90. El puesto lo ocupaba Rubalcaba. Han transcurrido casi 25 años. Pues eso.

Pero la segunda razón es mas trascendente. Y es que el presidente habrá ganado a Rubalcaba, pero ha perdido frente a la nación. Comencé este artículo con la palabra “seguramente” porque no podía emitir mi propio juicio dado que yo, lo confieso humildemente, no vi el debate, y no porque me encontrara de viaje en la siempre interesante y atractiva Italia, sino porque no tengo el menor interés en ese tipo de encuentros desde hace ya mucho tiempo. Y resulta que mi posición es cualquier cosa menos original, porque el verdadero dato de importancia de la encuesta reside en que más del 70 por 100 de los españoles -ahí es nada- considera que en esos “debates” no se abordan de manera clara y decidida los auténticos problemas de España. Y esto, como digo, es serio, porque implica un rotundo y total alejamiento de la sociedad civil, no solo de la clase política, sino de sus instituciones capitales, como es el Parlamento.

Y no se trata de demagogia. Hace 24 años en mi libro El Sistema ya expliqué que el Parlamento se convertía en un lugar en el que se “formalizaban” decisiones que se tomaban en realidad fuera del hemiciclo. Y es obvio en asuntos de capital importancia. Por ejemplo, el nombramiento del Consejo General del Poder Judicial. Algo que deberían decidir sus señorías, y en realidad son dos personas, Rajoy y Rubalcaba, los que no sólo deciden sino que no tienen el menor pudor en enseñarlo a los medios de modo que los parlamentarios quedan en un papel realmente más que deslucido. Pero quien queda peor es la sociedad española porque se percata con evidencia total de que sus llamados representantes se limitan a ejecutar en sede parlamentaria las órdenes que les llegan desde la jefatura de sus partidos, y si no las ejecutan su “carrera” política -y los emolumentos subsiguientes- quedaría truncada.

En realidad no debaten con la sociedad ni acerca del estado verdadero de la nación, sino que se trata de comprobar el estado de la clase política. Es un debate entre ellos y para ellos. Y es que, en el fondo, a la mentalidad de los integrantes del sistema eso de debatir no les gusta demasiado. Una muestra: Rajoy, seguramente crecido por ese pírrico triunfo, aborda un discurso sobre Europa en el que muestra a las claras su verdadera manera de pensar. Dice que los que critican la construcción europea son demagogos y populistas. No dice fascista y de extrema derecha de milagro. Así que ya lo saben ustedes: o piensan como el sistema o ustedes no merecen sino el insulto y la descalificación.

Perdón por la nueva cita pero en ese libro antes mencionado dejé constancia de mi experiencia: el sistema no solo se cree que tiene el monopolio de la “inteligencia” sino que, además, a cualquiera que piense de modo diferente se le califica como poco de “heterodoxo” y si pone pesado con sus criticas, entonces se le encarcela para que deje de dar la lata. No hablo de Venezuela, Cuba u otros países del estilo, sino de nuestra España.

Pues mire usted, lo cierto es que Europa es una realidad cultural, entre otras razones porque un denominador común reside en lo que llamamos la civilización cristiana. Ahora bien, acerca del modo y manera de organizar políticamente esa realidad cultural, no solo cabe debatir sino que es imprescindible el debate y la información. Dice Rajoy en ese discurso, a propósito de los cambios en la Constitución, que los mas importantes de esos cambios consisten en la enorme cesión de soberanía que España ha efectuado en favor de la UE, y aclara que por no tener no tenemos siquiera moneda propia. De acuerdo, pero ¿han sido debidamente informados los españoles de todas esas cesiones, de sus ventajas, costes, inconvenientes? Pues no. ¿Por qué? Porque ellos parten de la base de que solo sus ideas merecen el triunfo y si es así, para qué van a consultar a la ciudadanía. Si votáramos que no a sus propuestas todos seríamos un conjunto de indocumentados, populistas, demagogos y no sigo añadiendo descalificativos para que nadie se irrite.

Lo peor que puede sucedernos es que nos sigan arrebatando el debate de lo que realmente importa para nuestro futuro. No debemos limitarnos a dar la espalda al debate sino buscar otro que sea verdadero y fructífero.

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