Opinión

Elecciones a la Union Europea: 
un proyecto político herido de gravedad

En 1989, allá por el mes de junio, en unas instalaciones propiedad de Banesto en Estepona, se celebraban unas tradicionales jornadas internacionales que reunían a destacados dirigentes bancarios con los que en nuestra actividad financiera manteníamos relaciones fluidas. Uno de los eventos de esas jornadas era un discurso que el ministro o el gobernador del Banco de España dirigía a los asistentes. Sucedió que el año 1988 las relaciones nuestras -debería decir las mías personales- con ambos cargos políticos no eran las más afectuosas del mundo, por lo que, en respuesta a ese clima, se negaron a asistir a las jornadas y me tocó sustituirles en el citado parlamento. Lo hice abordando algo que en aquel momento me preocupaba sobremanera: el modelo de construcción de la Europa política.

Comencé señalando que una cosa es Europa como referente geográfico y cultural, con un basamento o fermento sustancialmente cristiano, y otra el proceso de edificación de una superestructura política, algo realmente difícil, que reclamaba mucho tino, mucho xeito, que diríamos nosotros, porque la historia de naciones estaba ahí frente a nosotros, y un sentimiento tan arraigado reclama tiempo, cordura y mesura. Admito que el discurso fue bien recibido entre los colegas financieros porque son gente que vive la realidad y que no debe sus puestos a votaciones populares, por lo que no necesita consumir ni transmitir mantras de difícil digestión intelectual.

Pues de mesura y cordura, nada. Seguían avanzando como poseídos por alguna necesidad perentoria que yo era incapaz de vislumbrar. Tanto que en el discurso de 1992, del día 24 de diciembre, el rey incluyó una frase que a casi todos pasó desapercibida. “Europa, sí; pero sin obsesiones ni precipitaciones”. Pues ni por esas. Y fue entonces cuando ya comenzaba a tomar carta de naturaleza el diseño del euro como ¡moneda única! europea…

Me alarmé. Era un error de bulto. Hablé con González, di conferencias y charlas, pedí un referéndum… Nada. No querían escuchar que la asimetría de las economías europeas y las diferencias de sustancia eran tan profundas que una moneda única provocaría unos resultados desastrosos, sobre todo para los mas débiles, entre los que se encontraba España. Ni caso. Al contrario: engañaron a la gente prometiendo una bonanza derivada del uso de esa moneda única, lo cual, además de una estupidez economico-financiera, se convirtió en un engaño político mayúsculo.

Hace unos meses, Christian Ghymers, profesor de Lovaina y uno de los padres del euro, en una conferencia en el Ateneo de Madrid propiciada por la Fundacion Civil, aseguró que el euro que él contribuyó a crear fue pésimamente manejado por los políticos, que la situación actual era muy compleja y que sin la menor duda habría sido mejor un euro a dos velocidades. Esa idea, esa doble velocidad de marcha, fue exactamente la que, por activa y pasiva, defendí en privado en diferentes charlas con quien entonces era el presidente del Gobierno. Y en público en varias ocasiones me mantuve en la misma línea. Nada. Nos metieron de lleno y ahora admiten el error, pero dicen que salir del euro sería un desastre sin precedentes…

Hoy, domingo, se celebran elecciones. No tengo ni la más mínima duda de que va a ganar la abstención en España. Quizás sea también muy potente en Europa. Las encuestas revelan que los euroescépticos van a tener unos resultados excepcionales en Francia, Holanda, Inglaterra, Suecia, Dinamarca... En fin que es muy potente la corriente que corre por los europeos en el sentido de cuestionar y rechazar esta forma de Unión Política. Porque no caigamos en la trampa que nos presentan a diario: Europa es Europa y existe antes del inicio de la Unión Política. La llamada Unión Europea es solo una manera de organizar políticamente Europa. Por tanto somos escépticos frente a ese modo burocrático y con déficit democrático de organizar nuestra Europa a la que obviamente pertenecemos desde siglos.

A esta corriente se ha venido a sumar el expresidente francés Sarkozy. Ha pedido suspender la libre circulación de personas y ¡un euro a dos velocidades!, exactamente la misma idea que yo defendía hace más de veinte años. Hemos tenido que sufrir y ver la evidencia para que ahora comiencen a pensar y aplicar algo la inteligencia. Debería de existir algún mecanismo para exigir responsabilidad civil a estas gentes que primero actúan y después piensan causando daños a la comunidad. Si un empresario se equivoca lo paga. Si un político comete errores de bulto, el daño es para nosotros, y ellos se jubilan, cobran sueldos, se contratan en empresas privadas para hacer lobby... En fin, que no puede ser. Pero es lo que es porque lo consentimos a diario.

Votamos un proyecto herido. De eso no tengo duda. Y si Cameron, el inglés, convoca referéndum en 2017 para que UK salga de la Union Política, me temo que será un definitivo golpe de muerte. Ni financiera, ni económica, ni políticamente esto parece funcionar en la manera que se correspondía con la grandeza que la vieja Europa, la que gestó civilizaciones, reclamaba.

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