Opinión

¿Por qué nos instalamos en el más profundo pesimismo?

El lunes pasado el CIS anunciaba el diagnóstico de la sociedad española en determinados terrenos y evidenciaba una vez mas que el principal foco de preocupación de los españoles es el paro y la situación económica en general, como no podía ser de otra manera a la vista de las evidencias de las que disponemos. Pero lo mas preocupante reside en esta información: algo mas del 70 por 100 de los españoles creen que en 2015 la situación no va a mejorar o que, incluso, puede empeorar. Una mayoría tan abrumadora obliga a reflexionar.

Ante todo porque esta constatación se produce en un momento en el que llevamos ya algunos meses en los que desde el Gobierno y en cierto modo desde la UE y el FMI se dictan ciertas alabanzas acerca de los logros conseguidos por España en estos años de “recortes y austeridad”. Bien es verdad que nos dicen que todavía tenemos un camino por recorrer, pero que en cualquier caso para ellos, los de la UE y FMI, estos años han sido “positivos”. Si a estas informaciones le sumamos el dato incuestionable de que los españoles estamos ya bastante hartos de malas noticias y que todos deseamos que se nos proporcione esperanza, resulta difícilmente comprensible que, a pesar de ello, sigamos instalados en un pesimismo recalcitrante como el que evidencia ese dato que proporciona el CIOS. Y lo peor es que cuando todos piensan que algo malo va a suceder, lo mas probable es que suceda.

Hace unos días leía una entrevista que hicieron a un viejo Premio Nobel que vivió la crisis de 1929. Decía cosas interesantes y entre ellas que el poder real de los gobiernos para condicionar la evolución de la economía de un país es mas bien relativo. Yo matizaría esta afirmación tan rotunda, en el sentido de una mala política económica de un gobierno puede hacer daño a un país, como lo demuestran varias experiencias de la historia. Otra cosa es el poder para arreglar una situación. Aquí sí que veo limitaciones evidentes y no solo porque la economía se mueve por factores muy complejos, sino porque si el Gobierno de turno no consigue involucrar a la sociedad en el plan que elabore, las cosas no van a funcionar. Porque tenemos que aceptar que nosotros somos los verdaderos responsables de nuestro futuro. O deberíamos serlo, por ser más preciso.

Alemania fue capaz de deglutir el desastre de Alemania Oriental, un país demolido humana y económicamente, de conseguir integrar a su población en la reconstrucción de Alemania, y ahí está, unos años después liderando Europa y la UE.

¿En donde está la clave? Ya se que hay factores exógenos -como dicen los economistas- que influyen decisivamente, pero para mi la clave está en un proyecto de nación asumido por la sociedad en su conjunto. Obviamente eso pasa por creer en el liderazgo político del momento, pero va mas allá: implica creer en nosotros mismos, en nuestras capacidades de salir adelante, porque si a ello renunciamos, entonces sí que estamos perdidos. Pero, siendo realistas, ¿existe en España un verdadero proyecto de nación? Pues llevo tiempo diciendo que no y me reafirmo lamentablemente en estos días.

¿Qué somos en la UE? ¿Cuál es el proyecto España en la UE? Si tenemos que hacer caso a las palabras del presidente del gobierno cuando sostiene que lo que importa es que Alemania tenga las ideas claras, entonces lo que somos es, como dicen por el Sur, palmeros de decisiones ajenas. ¿Cual es el proyecto España hacia dentro de nosotros mismos? ¿Qué es actualmente España? ¿Acaso los independentismos excluyentes no están cuestionando de manera obvia el propio proyecto España en su conjunto? ¿Podemos decir qué vamos a ser dentro de unos años? Ni hacia Europa ni hacia nosotros mismos tenemos claro qué somos y qué vamos a ser.

Esto, creo, es que lo late en el subconsciente de muchos españoles: la sensación de que no solo tenemos lo que he llamado un fallo multiorgánico, sino que no ven un proyecto nacional claro capaz de integrar a la sociedad española en su ejecución y puesta en marcha como en su día sucedió con la sociedad alemana. No hay una sola institución capital de nuestra convivencia, desde la Corona al Poder Judicial, que no se encuentra en crisis profunda. Y merecida. Nuestra democracia tiene mucho más de papel que de sustancia. Los políticos se convierten en motivo de preocupación. La divergencia y disputas entre partes de España se alientan hasta extremos difícilmente concebibles. La Constitución necesita de reformas urgentes. Con todo eso ya me dirán ustedes como se construye ese proyecto de nación capaz de conseguir que nos pongamos todos al servicio de lograrlo.

Lo que sucede es que no se como conseguir movilizar a la sociedad española en este campo. Políticamente las leyes electorales elaboradas por el sistema dificultan en extremo el tránsito. No tenemos una ley de participación ciudadana realmente eficaz y utilizable. Pero, en todo caso, no podemos abandonarnos en el pesimismo, porque si solo pensamos en el abismo acabaremos cayendo en él. La movilización de conciencias ciudadanas nos conducirá a la solución. Deberíamos ser conscientes de ello.

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