Opinión

A propósito de Boss

Sostiene Aloysius que algunas veces pierdo la memoria, no porque no me acuerde de las cosas, sino más bien porque recuerdo otras que nunca han sucedido.

El 21 de diciembre de 2012 los peores augurios pronosticaban el Fin del Mundo. Obviamente no fue así, sino esta historia no tendría principio ni final. Tres días más tarde, por Nochebuena, mi mirada se cruzó con la de un cachorro de Pomerania que prometía amor y fidelidad a raudales. Y en aquellas circunstancias tan especiales resultó imposible declinar su oferta. Como Pequeño Ayudante de Santa Claus, el archiconocido can de Los Simpson, Boss se unió a nuestra familia por Navidad, entonces integrada por varios humanos, Luckys, una perrita de su misma raza y un principesco gato blanco llamado Silvestre. 

De carácter inseguro y un tanto retraído, el cachorro empezó a desarrollarse en un ambiente muy diferente de aquel donde se había criado. Quizás su desequilibrio inicial le llevaba a ser muy cariñoso con la mayoría de la gente, pero desconfiado y arisco con otras personas, recordando a la perfección durante el resto de su vida determinados comportamientos que le causaban grande incomodo. Según mis recuerdos, la historia continúa así, porque Boss nos depararía una infortunada sorpresa. En una de sus primeras revisiones de salud el veterinario nos advirtió que el pequeño cachorro padecía una parasitosis. La leishmaniosis canina es una enfermedad zoonósica, que puede transmitirse desde los animales al hombre, causada por Leishmania infantum, y que por el momento no tiene cura. Generalmente se contagia por la picadura de insectos vectores, en este caso flebotomos, una familia de mosquitos que se nutren de sangre y que también pueden transmitir otras enfermedades, como las bartonelosis y ciertas infecciones por arbovirus. 

Veterinarios especializados en leishmaniosis han estudiado su transmisión vertical, es decir desde la madre a sus crías, a través de la placenta. Probablemente éste fuera el caso de Boss. A lo largo de sus casi doce años de vida, gracias al efecto de cuidados y tratamientos, pudimos conseguir que el perrito nunca llegara a enfermarse de gravedad, llevando una existencia placentera y feliz hasta sus últimas semanas, cuando su sistema renal comenzó a fallar irremisiblemente. Entonces, de repente, los años se convirtieron en meses, los meses en semanas, las semanas en días, y los días en horas. Hasta que su luz se extinguió. 

Dicen los astrónomos que las estrellas brillan durante millones de años hasta gastar su combustible y desaparecer. Y aunque en el universo se forman cada día unos 548 millones de estrellas como el Sol, los científicos vaticinan que dentro de un billón de años todas las estrellas existentes se apagarán y la mayor parte del universo quedará a oscuras. De este infinito forma parte ya nuestro pequeño gran perro, que completó su ciclo vital como más tarde o más temprano nos tocará a nosotros. Y toda esta historia repleta de lametazos, paseos, caricias, juegos, abrazos y días de lluvia y sol ha tenido lugar en este insignificante punto de pálida luz azulada donde antes que el pequeño Boss han desaparecido eminentes hombres y pujantes civilizaciones. Vaya todo este cariño en honor de su imborrable recuerdo.

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