Opinión

El beso

En el Museo Belvedere de Viena se expone uno de las cuadros más icónicos del la historia del arte, “El beso” de Gustav Klimt. Aunque he de confesar que yo mismo pasé mucho más tiempo ensimismado con las obras de su eminente discípulo, Egon Schiele, arrebatado de esta vida en la infausta pandemia de gripe de 1918. El lienzo es espectacular, una pareja de amantes exquisitamente arrebujados en su más absoluta intimidad. Contiene múltiples laminillas de oro y estaño, una genialidad de Klimt reproducida hasta la saciedad en imitaciones, pósters, camisetas e infinidad de insospechados objetos. 

En otra índole de cosas, sostiene Aloysius que uno de los besucones más famosos de la historia fue el dictador comunista Leonid Bréznev, que sin miramientos tenía por costumbre espetarle a los líderes políticos que visitaban la antigua Unión Soviética un ósculo triple: mejilla izquierda, derecha y labios. En 1979, una de las víctimas más famosas de tan particular efusividad fue Erich Honecker, último presidente de la República Democrática de Alemania (RDA) durante los actos de conmemoración del trigésimo aniversario del país. En 1990, el artista ruso Dimitri Vrubel inmortalizó el tremendo morreo en un mural que decora uno de los bloques del Muro de Berlín, derribado en 1989, y que sin duda alguna se ha convertido en el selfie favorito de los turistas que visitan la East Side Gallery en el lugar donde antaño se erigía aquella infausta frontera. 

Hasta aquí que el arte y la historia. O parte de la misma. Porque la crónica continúa con el beso que Luis Rubiales le espetó a Jennifer Hermoso durante la celebración del reciente último campeonato de fútbol femenino, desencadenante de un tsunami de solidaridad con la jugadora y capaz  de eclipsar prácticamente por completo el resto de las informaciones, entre ellas varios crímenes machistas en una terrible secuencia que parece no tener fin, desde asesinatos hasta violaciones grupales. Mientras esta cruel enfermedad social continúa, resulta curioso cómo un hecho inaceptable, porque Jenni ha reiterado que se produjo en contra de su voluntad, ha servido para poner fin a la carrera directiva de un personaje sobre cuya gestión han surgido oscuros nubarrones en el pasado. 

En 2019, junto al exjugador del Barça Gerard Piqué, cuando todavía estaba en activo, se relacionó a Luis Rubiales con el traslado e la Supercopa de España a Arabia Saudí a cambio de una suculenta comisión de 24 millones de euros. Dentro su ámbito más personal, Rubiales ha sido acusado de haber pagado con fondos de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) un viaje a Nueva York en compañía de su ex pareja. Incluso su propio tío, el ex jefe de su gabinete en la federación, le ha denunciado por organizar una fiesta en Salobreña con varias mujeres, costeada con dinero de la RFEF. Hablamos de la cicatería de un individuo que cobra casi 700000 euros al año. 

Ahora, enrocado en su villanía, el piquito a Jenni Hermoso lo sepultará bajo la pesada losa de lamignominia, para recordarle que la española, cuando besa, es que besa de verdad, y a ninguna le interesa besar con frivolidad. Le puede dar un beso en la mano, o puede darle un beso de hermano, y así le besará cuando quiera. Pero, un beso de amor, no se lo da a cualquiera. Para tomar nota.

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