Opinión

Eris

Han decidido bautizarlo cual personaje de la mitología clásica. O más bien como a un planeta lejano, que para el caso viene siendo algo parecido. Porque aunque ahora pensemos que la covid-19 fue una pesadilla de nuestro pasado, es conveniente recordar que el coronavirus SARS-Cov2 sigue estando presente, con sus variantes y subvariantes. Este tema viene dando ya para una voluminosa enciclopedia de virología. El coronavirus EG.5, apodado Eris, es una nueva versión líder en ese oscuro mundo infeccioso que ha venido a sustituir a Arcturus (XBB.1.16), otra evocadora reminiscencia del universo coronavirus. La evolución biológica ocasiona que estos microorganismos se parezcan a los teléfonos inteligentes y a los dispositivos informáticos, con constantes actualizaciones. 

En contra de lo esperado, el verano 2023 transcurre con un repunte de estas infecciones. ¿Debemos preocuparnos? Los expertos consideran que Eris no parece causar más problemas patológicos que sus parientes más cercanos. Por el momento, porque en EEUU es responsable del incremento de casos. Como ha ocurrido con otras subvariantes del SARS-CoV2, Eris es más virulenta, considerando su capacidad para infectar a más huéspedes, pero menos agresiva, porque estas infecciones son mayormente menos graves. 

Como ya hemos experimentado, todo esto debe cogerse con alfileres, porque la enfermedad no depende sólo del tipo de virus, sino también del estado inmunitario del infectado. De ahí la importancia de las medidas preventivas  empleadas durante la pandemia: la higiene adecuada de las manos, el uso de mascarillas protectoras y evitar las masificaciones en espacios cerrados. Está previsto que para el próximo otoño esté disponible una nueva generación de vacunas contra la covid-19, perfeccionadas para contrarrestar las nuevas variantes del coronavirus. Aún así, debemos permanecer atentos. Sostiene Aloysius que en algunas ocasiones parece que no hayamos aprendido nada de la pandemia. 

Quizás la prolongada utilización de las mascarillas obligatorias haya traído consigo el riesgo del efecto liberador de su exención. ¿Por qué lo decimos? A los centros de salud están acudiendo pacientes con fiebre y síntomas respiratorios, como tos y exceso de mucosidad, sin cubrirse con una mascarilla. Tampoco utilizan las consultas telefónicas, para recibir instrucciones médicas al respecto. Incluso se muestran sorprendidos ante la posibilidad de estar padeciendo una forma leve de covid-19. Su asombro se desvanece cuando los test rápidos de antígenos revelan que tienen covid. 

Lo de aprender de la pandemia va precisamente por este camino. Protegerse con una mascarilla es opcional cuando acudimos a una consulta en una centro de salud o en un hospital, salvo en áreas especialmente sensibles, donde dicha recomendación se mantiene obligatoria. Pero nadie debería avergonzarse de utilizar una mascarilla cuando tiene síntomas como tos, estornudos, mucosidad y fiebre. Porque esta medida ha demostrado su valor para evitar la diseminación de las enfermedades infecciosas respiratorias, sean o no covid-19. Unos  expertos reclaman más civismo. Otros preferimos hablar de prevención. Y de se guió pensando en los más frágiles y susceptibles.

Te puede interesar