Opinión

Tecnoevolución

De manera general, la teoría de la evolución afirma que las especies cambiamos con el tiempo. Procedemos de las preexistentes, y siguiendo esta hipótesis, seremos los precursores de otras futuras. Todos procedemos de un único antepasado común, y estas modificaciones heredadas y heredables se transmiten íntegramente a través de nuestros genes, empaquetados en forma de cromosomas en los núcleos de nuestras células. 

Millones de años de evolución biológica nos separan de un ancestro común compartido con gorilas, bonobos y chimpancés, de cuyo genoma los humanos nos diferenciamos apenas en un escaso pero crucial 1,24%. Y todavía aún menos de homínidos, australopitecos y neandertales, nuestros parientes extintos más cercanos, que habitaron en Europa, Oriente Medio y Asia Central hasta hace 40.000 años. 

Sostiene Aloysius que de no extinguirnos antes, dentro de otros 40.000 años deberían habitar la Tierra (y probablemente otros planetas) miembros de una especie desarrollada con raíces genéticas engendradas en los actuales 46 cromosomas humanos. Porque con el desarrollo tecnológico todo apunta a que nuestra evolución natural, demasiado lenta, será sustituida por una mucho más acelerada tecnoevolución. 

Desde hace años, mediante ingeniería genética, nuestros científicos han sido capaces de producir modificaciones en diferentes seres vivos, desde bacterias hasta vegetales (maíz, soja, algodón) e incluso animales. Son los llamados transgénicos. El primer animal modificado genéticamente fue un ratón, en 1980. Dos años más tarde, los investigadores introdujeron el gen de la hormona del crecimiento de la rata en los ratones, lo que provocó en ellos un crecimiento mayor y mucho más rápido. 

Hace apenas unos días hemos conocido que científicos de la Universidad de Pensilvania (EEUU) han creado un cromosoma humano artificial capaz de acoplarse al de nuestras células y transmitirse de generación en generación. Este cromosoma artificial fue concebido en células de levadura, un hongo microscópico muy versátil cuyo genoma completo había sido reescrito anteriormente. En 1997 se consiguió introducir versiones reducidas de un cromosoma humano en células humanas, dando como resultado genomas aberrantes y probablemente cancerígenos. Ahora, solventado este problema, se abren las puertas a la cura genética de muchas enfermedades, entre ellas posiblemente el cáncer, en sus múltiples versiones. 

Por supuesto, también se sugieren otras incógnitas. ¿Hacia dónde nos llevará esta tecnoevolución? Sin duda alguna, a nuestra propia superación como Homo sapiens sapiens. Que sea para bien.

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