Opinión

En tiempo de imbéciles

El filósofo Fernando Savater escribió “Ética para Amador”, donde incluye varias definiciones de lo que viene siendo un imbécil

Sostiene Aloysius que el siglo XX fue el siglo de los idiotas, superando con creces al XIX, de los bobos. Razones tiene de sobra, entre ellas dos guerras mundiales. Con casi un cuarto del XXI ya gastado, da la impresión de que las cosas no mejoran. Estos días, repasando a Fernando Savater y su “Ética para Amador”, me encontré con varias definiciones de lo que viene siendo un imbécil. El filósofo vasco escribió este libro en 1991 para ayudar a los profesores de la asignatura de Ética. Está especialmente dedicado a las personas jóvenes, para que no se pierdan en esos intrincados bosques donde florecen la ética y la moral. Pasadas tres décadas desde entonces, algunos de aquellos muchachos comienzan a peinar canas, con la firme impresión de que todo cambia para que nada cambie, ese gatopardismo del que cuesta más desprenderse que de una olla vieja. 

Para Savater existen cinco tipologías de imbéciles. Los primeros, aquellos que viven en un perpetuo bostezo, sesteando permanentemente sin ronca ni cerrar los ojos. Afirman no querer nada y que todo les da igual, satisfechos de su pasotismo. En el otro extremo se sitúan aquellos que todo lo quieren a la vez, sin saber si quedarse o marcharse, andar o estarse quietos, dejar de fumar o seguir fumando, comer ajos y pretender ser besados. Campeones del desasosiego, son capaces de ponerle los nervios de punta a los que viven a su alrededor. 

Un tercer grupo lo forman aquellos que no saben lo que quieren ni se molestan en averiguarlo. Total ¿para qué?. Imitan lo que tienen sus vecinos, peinados, vestidos, coches o aficiones, y de repente, se ponen a llevarle la contraria a todo quisque, porque sí, porque me peta. Son los parientes cercanos de Vicente, aquel que iba siempre a donde iba la gente. Según Savater oscilan entre el conformismo irreflexivo y la rebeldía sin causa, aunque ya les gustaría a ellos que les quedase tan bien una cazadora roja y una camiseta blanca como a James Dean. 

En la cuarta camarilla abundan los que saben lo que quieren y más o menos saben por qué lo quieren. Pero tanta querencia flaquea, sus fuerzas son escasas y el miedo les impide la acción. Este es un grupo muy curioso, pues siempre terminan haciendo lo que no quieren, dejando para mañana lo que podrían haber hecho hoy. Quizás nos resulten más cercanos, por la ternura que nos inspiran. 

Y por último están esos hijos de Atila, los que quieren y desean con bárbara ferocidad, pero a la vez apartados por sí mismos de toda realidad. Despistados y engañados, terminan por confundir la buena vida con la vida secreta de las palabras. Y terminan hechos polvo. Ahora, repasen las noticias de los periódicos, de la radio y la TV. Y busquen y comparen.

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