Opinión

Habemus praeses

Apunto de infarto y sin resuello llegó el camarlengo al balcón de la Moncloa para observar a la multitud congregada congratulándose por la fumata blanca: tenemos presidente, para en olor de santidad, darse a la fuga.

Nadie sabe si por padecer estrés oxidativo o por agravio a los chanceros que lo denostaban como al Abuelo Cebolleta y vaya usted a saber cuántas cosas más, “guardando y haciendo guardar”, Rajoy tomó las de Villadiego.

Llama la atención que, después de diez meses gimoteando porque el país adolecía de falta de gobierno, clamando al cielo, a la sensatez de Perico o de Hernando  y acongojando al común de los mortales con castigos bíblicos en forma de multas y sanciones por distintos y europeos incumplimientos, Mariano apuró tanto por comparecer en Zarzuela como por darse al bote con el enigma del inventario de ministerios. Pero he aquí que ya renovado tras el retiro espiritual de difuntos —o quien sabe si zaherido—, se trajo bajo el brazo una lista de elegidos que a los reyes godos hubieran palidecido. 

Que Sáenz de Santamaría se quede es casi de perogrullo, haciendo doblete de ministra y vicepresidenta que al fin goza de verbo más fluido que Mariano, guardándole las ausencias aún por más mal ejemplo que invocara su madre en que emulase a Rita Barberá. Presidencia y Administraciones Territoriales, para que digan luego de la canija salada que lleva bordado en la banda “maté a siete de un golpe”. De Guindos, Fátima Báñez, Méndez de Vigo, y el más que mentado en todas las esquinas del reino, Cristóbal Montoro, calentando escaño repiten acompañando a Soraya para cantar maitines.

Otros se quedaron descolgados del coro celestial, tanto propios como ajenos. Los unos para mejores servicios o el retiro dorado, y los otros para entonar rancheras, blues y espirituales negros en la cantina del Congreso, llorando como Boabdil por no haberse puesto de acuerdo.

Pero de entre los escogidos de cuño nuevo a los que no paran ya de buscarle defectos, de Ignacio Zoido hay voces que lo aseguran sentado a la diestra de Dios, aseverando él mismo un gobierno con la Constitución en una mano y la Biblia en la otra. Por sus acciones los reconoceréis, reza el sagrado texto, y también que no hay quien se lo conozca que el Diablo. Tejerina desde luego tiene espalda y santos de devoción: ya conoce la cantinela por servir a Loyola de Palacio, Jesús Posada y al inmenso Arias Cañete. Lo de Rafael Catalá es puro formulismo, no en vano ejercía ya desde la anterior legislatura como Notario Mayor del Reino.

Alfonso Dastis, cauto, moderado y como todo diplomático que se precie impecable charlatán y vendedores de milagros; de él cabe esperar la vuelta de tuerca a la herencia de un finiquitado Margallo para quien a regañadientes trabajó, y ya se sabe: ni pidas a quien prestaste ni sirvas a quien sirvió. Iñigo de la Serna, ministro de Fomento y a la sazón ingeniero de Caminos, con su Plan de Ordenación Urbana de Santander en los tribunales. El neutro Álvaro Nadal, y Dolors Monserrat, tocada al bies con una deuda a Hacienda de dos millones por una empresa familiar. Pero la que sin duda se lleva la palma del otro dolor es Cospedal, de quien nadie discute su capacidad para resistir, aunque tenga el don de gentes resbalándole a diario por el antifonario. 

Así las cosas, Mariano se prepara sin euforia para labrar la próxima legislatura. ¡No le queda nada! Su situación evoca las palabras de Solbes en febrero de 2009, refiriéndose al entonces titular de la cartera de Justicia: “envidio a Bermejo porque es ex ministro”.

Te puede interesar