Opinión

PREGO

Estoy ansiosamente a la espera de recibir catálogo de la exposición en el Centro Cultural del Simeón de la obra de este gran pintor ourensano, Prego de Oliver, solicitado por escrito en la propia sala; pues, además del propio interés por los cuadros fotografiados, hay en él una fotografía de entrañable O Volter que por razón personal estoy muy interesado en tener.

Pero, por asociación de ideas con artistas e intelectuales tertuliando en O Volter, se me va la cabeza al desaparecido Hotel Parque y sus tertulias, donde también había intelectuales y también estaba Prego, de ahí que a nadie extrañase el mural pintado en la pared de entrada a la cafetería que había hecho el artista y que los viejos del lugar que no hayan perdido la memoria recordarán.

Pues bien, ahora me pregunto qué habrá sido de este mural, si José Luis Suárez que va como una moto con Copasa de Medina a la Meca, se habrá percatado de él. Cual deshojando la margarita (¿me quiere, no me quiere?) yo me pregunto: ¿lo habrán salvado?, ¿lo habrán tirado junto al resto del edificio?

Y me lo pregunto si cabe más ahora, después de una tertulia de arte entre amigos en la que Luis Vecino reflexionó en alto sobre la comparación que hizo alguien entre el artista y el cerdo, respecto a cuánto se parecen ambos si observamos cómo se aprovecha todo de los dos cuando están muertos (desde el rabo hasta un simple rayado de papel firmado), y, sin embargo, cuánto se les diferencian mientras viven, pues al cerdo se le ceba lo máximo y al artista se le deja simplemente sobrevivir de mala manera, o miserablemente.


Alfonso Palomares


Debería decir Sobrado Palomares, pero se le conoce más públicamente por su segundo apellido junto al nombre. Lo encontré en Cardenal Quevedo hoy mismo, a la una del mediodía, con sus 76 años muy bien llevados, y juntos estuvimos recordando aquella primera visita que le hice siendo estudiante de primero de carrera a la sede de la revista Posible en la calle Jorge Juan 40, donde él era director y yo un alumno virgen de periodismo; hablamos de papeles familiares que nos vinculan de alguna manera, por ejemplo el documento de Publicaciones 33, Sociedad Anónima, cuyo valor de 15 acciones de 10.000 pesetas del 23 de junio de 1977, indican hoy el incondicional apoyo a una apuesta editorial de ayer, de un ourensano a otro; y aunque sólo fuera por la libertad de expresión que se alentaba en la revista Posible y en la revista Ciudadano que dirigía Quesada en mismo local madrileño, las acciones que apoyaron la iniciativa de ambos periodistas se conservan sin ningún valor monetario pero con gran valor testimonial de implicación. Porque hechos son amores y no buenas razones.


Estuvimos hablando un buen rato en la misma acera (es lo que tiene Ourense de bueno respecto a la gran urbe, que el tiempo no lo gobierna tanto Cronos sino el sujeto subjetivo, pues aquí tenemos más para el encuentro humano, porque me imagino cruzarnos en Cea Bermúdez y bastaría con un simple ¿cómo estás? y a continuación vulgar hasta luego, tengo prisa. Aproveché para preguntarle sobre un tema que me interesa especialmente, cuál es el papel de los profesionales en este mundo tan cambiante, tan de redes cibernéticas que no de Punset, y precisamente, me cuenta, es de lo que voy a hablar en Puerto Rico el próximo mes, donde me han llamado para dos conferencias; y me explica cómo entiende él nuestro papel profesional en este universo informativo, comparando el aluvión de información como una inundación donde, curiosamente, una de las cosas que antes se echa en falta es el agua potable; y ‘ésta’ somos nosotros, o debemos serla, agua que traduzca tal aluvión de información. Con su elegante abrigo color camel, con el recuerdo de las cenas de mis padres en su casa cuando vivía su esposa Ana Tutor, y con el recuerdo último a ésta porque precisamente se iba a Pontevedra a reunirse con sus hijos para el cabo de año de su muerte, dejé al experto periodista amigo de Felipe seguir su camino solo, o acompañado de su soliloquio.


Telemiño


Y en la misma calle, del Quevedo Cardenal, encontré a David y Patty, Patty Chao y David Francés, dos amigos trabajadores de Telemiño que estaban rodando otro capítulo del nuevo programa O Rueiro. Al verlos no me puedo reprimir al llevar la cámara al hombro: ¡zas!, fotograma para la sección y para así poder darles mi público reconocimiento, porque a los dos los conozco, a los dos los trato y a los dos los aprecio como profesionales, pero aún más como personas. Besos.

Te puede interesar