Opinión

UN 'bo e xeneroso'

Hace unos días, el 27 de julio, ascendí al Mont Blanc de Tacul. Por la tarde, con los nervios aún a flor de piel, llegué al hotel, 'escarallado', y sintonicé el canal internacional de TVE. Estaban emitiendo 'Curro Jiménez', automáticamente le envíe un SMS, como acostumbraba a hacer él cuando llegaba a la Canda, en dirección Galicia, y preguntaba: '¿se puede pasar?'. En mi mensaje bromeaba sobre su aparición en ese episodio acompañado de una guapa gitana, en una carreta. 'Qué ruina, 3 minutos', le comentaba, puesto que ese era el tiempo que duraba la escena, y le preguntaba si vendría en verano. Me contestó su hermana, explicando que Sancho no estaba muy bien. Me sacudió un escalofrío. Temí lo peor.

Mi primer contacto con Sancho (Felisín, como le llama su viejo amigo Enrique Martí Maqueda) se produjo cuando se rodaban los primeros episodios de 'Curro Jiménez', en el otoño de 1977, en Villafranca del Castillo (Madrid). ¿Quién me iba a decir que muchos años después iba a poder hacer algún trabajo con él? Cuando comencé a tratarle, desafíaba ya al cáncer, con una alegría y entereza inconmensurables. El día que presentamos el documental 'Barreiros, motor humano', en la Casa de Galicia en Madrid, nos fuimos de juerga. '¡Niño, no fumes, me cago en la leche!', me aconsejaba. Transmitía vitalidad y ganas de vivir. De simpatía y generosidad abrumadoras, Sancho Gracia ha sido uno de los mejores actores de España, una voz épica y, sobre todas las cosas, una persona excepcional y un gallego dispuesto a hacer siempre todo lo posible por su Galicia. Ha recibido multitud de premios pero si hay uno que se ha ganado con creces ese sería una Medalla de Galicia en 2013. Era un 'bo e xeneroso'.

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