Opinión

Sobre ruedas

Amediados del siglo veinte, apenas había calles de dirección única, y se daban ciertas escenas como la que a continuación paso a relatarles.

Dos conductores en mitad de una calle estrecha. Imposible pasar, pero todavía más inverosímil que el uno ceda el paso al otro. Ambos encienden un cigarrillo y se lo fuman tranquilamente; después un segundo, después un tercero. Los dos imperturbables. Uno de los dos se pone a leer un periódico. El otro toma la palabra:

-Cuando lo termine, le ruego haga el favor de pasármelo.

El lector dobla el periódico, pone el coche en marcha y da marcha atrás.

Cuando dos automóviles se cruzan en el eje de dos calles, la vanidad y el amor propio salen a relucir:

-¡Yo llevaba la derecha!

-¡Pero yo estaba ya en mitad de la calle!

Muchos conductores creen que los prodigios de su coche son obra suya; no dice "mi automóvil hace"... sino "yo hago".

-Yo hago cien kilómetros en cuarenta minutos.

-Yo con un litro de gasolina hago cincuenta kilómetros.

-Yo desafío a otro coche a que me pase.

Pero si presencia un accidente entonces es cuando conduce con cautela.

Y si es una mujer la que conduce y saca la mano fuera, puede significar que se detiene, que da la vuelta a la izquierda o que da la vuelta a la derecha o que señale una nueva tienda de moda.

Si los automovilistas tuviéramos presentes algunos principios fundamentales, sucederían menos desgracias.

Primero, en la vida no hay nada que revista importancia para tener que llegar media hora antes. Y, segundo, no hace falta ser muy inteligente para pisar un acelerador.

El auto es un instrumento. Si te sirve, respétalo.

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