Opinión

Condenados a entenderse

Mariano Rajoy está convencido de que el PP puede ganar las elecciones  europeas del 25 de mayo. Alfredo Pérez Rubalcaba está convencido de que las ganará el PSOE.

El presidente del Gobierno va a hacer el esfuerzo necesario para ser vencedor en la contienda, pero dirigentes de su partido confiesan que es difícil ganarlas porque por tradición las elecciones europeas sirven para dar salida a los malestares, cabreos e indignación que provoca el gobierno de turno; y el gobierno de este turno ha incumplido algunas de las propuestas más importantes de su programa electoral, ha incrementado los impuestos de forma exagerada y ha hecho unos ajustes de dureza hasta ahora nunca vista en España. Todo ello sin que de momento los ciudadanos de a pie hayan advertido las mejoras que supuestamente deberían traer esos ajustes.  Pero dicen más los dirigentes del PP que se muestran cautos respecto al resultado de mayo: si gana el PSOE, hay una lectura positiva que hacer desde el PP. Una sola: que  el triunfo del PSOE podría significar, solo podría, la continuidad de Rubalcaba al frente del partido.


Los debates públicos entre Rajoy y Rubalcaba son siempre a cara de perro, tensos, hirientes en algunos casos, no solo en palabras sino también en gestos. No fingen, los dos atacan con furia al adversario porque sienten furia ante decisiones que no comparten de ningún modo. Sin embargo, uno y otro reconocen que en la otra parte se da un sentido de Estado que es fundamental siempre y en todo momento, y más aún en una época convulsa como la que estamos viviendo en la que además de la necesidad de salir cuanto antes de la crisis económica hay dos asuntos políticos de la máxima relevancia, las tentaciones separatistas  de la Generalitat de Cataluña que han calado en un sector no desdeñable de la sociedad catalana y que se observa con el máximo interés desde partidos nacionalistas de otras comunidades autonómicas; y, segundo, articular el final definitivo de ETA sin las contraprestaciones que exigen los terroristas y sus acólitos políticos.


Y en esos dos aspectos, así como en otras cuestiones de tipo internacional, Defensa, o defensa de nuestros intereses en Bruselas, Rajoy sabe que cuenta con el apoyo incuestionable de Rubalcaba; como Rubalcaba sabe que en caso de que se invirtieran los papeles,  contaría con el apoyo incuestionable de Rajoy.

LA NUEVA GENERACIÓN


Ni uno ni otro están seguros de que eso sucedería aún en el caso de que al frente del PP y del PSOE estuvieran personas que aportarían todo lo bueno de una nueva generación, pero a las que faltaría además de la experiencia en cargos de la máxima responsabilidad, el conocimiento de cómo la historia reciente de España se ha ido forjando gracias al sentido de Estado  y la generosidad de planteamientos de quienes dirigieron la transición, saben lo que costó conseguir determinados logros que la gente joven apenas valora porque nació con ellos y por tanto no es capaz de analizar qué significa su ausencia, y que ni por asomo es capaz de imaginar lo que supone la falta de libertades de los tiempos del franquismo o la persecución a quienes defendían una ideología no ya comunista, sino simplemente de centro izquierda. Por no hablar de que las nuevas generaciones, con las excepciones que impiden generalizar, no tienen el respeto a la Corona y a la Monarquía de aquellos que siguieron la trayectoria del rey y conocen perfectamente el papel que jugó para que España fuera lo que hoy es.


Rajoy y Rubalcaba mantienen un trato más frecuente del que se cree, hablan por teléfono y se ven en Moncloa fuera de focos y de micros para analizar en profundidad los asuntos que más importan a los españoles. Rubalcaba está en la lista de la media docena de personas a las que Rajoy telefonea cuando se produce o se va a producir un acontecimiento importante, y lo mismo ocurre con Rubalcaba.


Además de pertenecer a una misma generación  comparten algo más: los dos fueron ministros de Interior, una cartera que suele marcar profundamente a quien la ocupa, en la que a base de golpes se cambian conceptos prestablecidos, varían las prioridades y se valoran  gestos que en otras circunstancias pasarían inadvertidos. Por tanto, a pesar de la mucha distancia ideológica que les separa, el hoy presidente de Gobierno y el hoy líder de la oposición hablan un lenguaje similar en los asuntos de Estado. Por cierto, apuntar que precisamente los asuntos de Estado es lo que  ha provocado que en los últimos años el presidente de Gobierno haya mantenido contactos que no han trascendido con los ex presidentes socialistas Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, con la idea de conocer los puntos de vista de personas que han tenido, como él tiene hoy, responsabilidades que van más allá de su pertenencia a partidos políticos, porque se veían obligados a tomar decisiones  transcendentes para la totalidad de los españoles.

SIN CORTARSE UN PELO


Las conversaciones de Rajoy y Rubalcaba son francas, en profundidad, que merecerían ser grabadas. Los dos conocen muy bien el carácter del otro,  la socarronería de Rajoy frente al sentido del humor y la mordacidad de Rubalcaba. Rubalcaba  bromea  con el propio Rajoy sobre la necesidad de interpretar sus silencios y sus respuestas, cuando las da, y Rajoy siempre cree que Rubalcaba tiene más vueltas de lo que da a entender, esconde cartas. No han faltado entre ellos acusaciones de engaño, estrategias compartidas,  quejas por falta de apoyo y también agradecimientos. Se hablan  sin contención. Una persona que conoce bien a los dos afirma que “no se cortan un pelo”, y los dos encajan bien las críticas del otro, posiblemente más Rajoy que Rubalcaba, por cuestión de carácter. Rubalcaba es más visceral, Rajoy se controla más. Pero cuando se rebasa el límite de lo que está dispuesto a admitir, estalla, como se ha visto en alguna intervención parlamentaria.


En las reuniones entre Rajoy y Rubalcaba en Moncloa se analizan los problemas abiertamente, en canal, con toda su crudeza si las consecuencias son graves. Pero también hay tiempo para bromear, para comentar resultados deportivos o para hacer comentarios sobre asuntos intrascendentes.


Las elecciones europeas son de la máxima importancia para los dos, de ahí que Rubalcaba haya colocado en cabeza de lista a la número dos de su partido, para demostrar que le importan mucho, y que Rajoy todavía no haya decidido a quién ofrecerle esa cabeza de lista, quiere contar con todos los datos antes de tomar la decisión.


A Rajoy no tendría por qué importarle si se presenta Rubalcaba o cualquier otro, pero le importa: no porque le parezca más fácil ganar a uno o a otro en las generales de noviembre del 2015, sino porque si gana esas elecciones del 2015, y el secretario general del PSOE no es Rubalcaba, es seguro que su principal interlocutor no va a tener el patriotismo del que hoy es líder de la oposición.

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