Opinión

Confusión permanente en política exterior

Regresa a Madrid la embajadora de Israel en España, Rodica Radian, llamada a consultas por su gobierno a principios de diciembre, tras unas declaraciones de Pedro Sánchez en las que decía que tenía “francas dudas de que Israel esté cumpliendo con el derecho internacional humanitario”.

Unas palabras impropias de un gobernante que mantiene relaciones diplomáticas con el país al que denuncia, y que cualquier diplomático con la oposición recién aprobada habría solventado con métodos más inteligentes sin provocar una decisión tan grave como la de llamar a consultas a un embajador. Radian ha regresado porque el nuevo ministro de Exteriores israelí ha querido así expresar su voluntad de poner sosiego en una situación que no convenía a ninguno de los dos países, y que ha sido responsabilidad exclusiva de un Sánchez que, junto al ministro Albares, se han movido por terrenos movedizos en las relaciones exteriores. Ante la estupefacción en algunos de los principales socios internacionales, sobre todo en la Unión Europea y Estados Unidos.

El propio Borrell, alto representante de la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea, que fue ministro de Exteriores con Pedro Sánchez, y es marido de la presidenta del PSOE, Cristina Narbona, en más de una ocasión ha expresado a los corresponsales españoles en Bruselas su estupefacción por decisiones del gobierno español divergentes con las de la UE; además de expresar su preocupación por las diferencias de criterio que se producían en el seno del propio gobierno, donde han sido muy evidentes las posiciones distintas de los ministros de Podemos respecto a las del resto de sus compañeros. Sobre todo en asuntos relacionados con Oriente Medio, con algunas dictaduras latinoamericanas, o con la guerra de Ucrania, en la que Moncloa y el ministerio de Exteriores se alinearon abiertamente con Ucrania y Zelensky, al que Pedro Sánchez ofreció personalmente su apoyo en varias ocasiones, mientras Podemos, y ahora Sumar, defendía a Rusia.

Sorpresas

Han sido varias las ocasiones en las que las iniciativas de Sánchez y Albares han causado sorpresa, más todavía en el caso de Pedro Sánchez, obligado a mantener posiciones que deberían ser inamovibles en el PSOE y forman parte su ADN político, ya que no se han dado las circunstancias que justificarían el cambio. El presidente de Gobierno las ha despreciado para conseguir así apoyos de partidos políticos españoles -en unos casos de izquierda y en otros independentistas-, para contar siempre con los necesarios respaldos parlamentarios.

El caso más conocido ha sido el relacionado con el Sahara, que le arrancó Marruecos en una de las visitas del presidente a ese país. Moncloa justificó la nueva posición diciendo que así se potenciaba la colaboración marroquí en la lucha contra las mafias de la inmigración ilegal y la lucha contra el terrorismo islamista. Pero esa colaboración funcionaba con eficacia antes de que Sánchez decidiera hacer suyas las reivindicaciones marroquíes respecto al Sahara.

También en Latinoamérica se ha visto un acercamiento claro del Gobierno español con los países que forman parte del Grupo de Puebla, los que cuentan con gobernantes de izquierda y de extrema izquierda, que tienen como su principal miembro no latinoamericana a José Luis Rodríguez Zapatero, que se ha convertido en compañero de Pedro Sánchez para potenciar, entre los dos, las relaciones de España con los gobernantes latinoamericanos más populistas. El presidente español por otra parte no acepta la política habitual en la diplomacia, que obliga a mantener relaciones con gobiernos de izquierda y de derechas, sean o no afines ideológicamente, porque en buena ley las relaciones se establecen con los pueblos, no con quienes gobiernan. Sánchez se mantiene al margen de esa forma de actuar en la diplomacia y, por ejemplo, todavía no ha felicitado al presidente Milei aunque ha sido elegido legítimamente. No le importa la importancia que tiene para España mantener unas buena conexión con Argentina, por razones empresariales, sentimentales, culturales y políticas.

En las últimas semanas la situación se ha tensionado por la reacción de España ante la guerra de Gaza e Israel.

Además de las mencionadas declaraciones de Sánchez que provocaron la llamada a consultas de la embajadora Rodica Radián, las consecuencias de esa guerra han sido que Irán ha movido ficha y además de apoyar sin fisuras a Hamas, grupo terrorista al que financia y utiliza políticamente para desgastar a Israel, también ha llamado a Hezbollah para que desde sus cuarteles del sur del Líbano hostigue más a Israel, y ha promovido que los hutíes, desde el Yemen, actúen en el Mar Rojo para bloquear el tráfico de buques en una de las rutas comerciales más importantes del mundo.

Estados Unidos ha promovido una alianza naval para desarticular el bloqueo huti, y en la primera de las reuniones de la UE para dar respuesta a la propuesta de EE.UU. España se sumó al llamamiento americano, a través de la operación Atalanta, buques españoles que se mueven por la zona para impedir los asaltos de los piratas que desde Somalia actúan contra las embarcaciones que circulan por esas rutas.

Al día siguiente de anunciar la posición española, el propio Sánchez anuló la participación en esa alianza, lo que produjo desconcierto en la UE. Tampoco participan Francia ni Alemania, pero nunca se sumaron a ella, como había hecho España para después retractarse.

La pareja del ministro

Hasta el propio Borrell confesó su incomodidad. La política exterior de un país se rige por la coherencia, y cuando eres miembro de la Unión Europea aún más, y el Alto Comisario ha tenido que intervenir en varias ocasiones para recordar a España que la política exterior europea compromete a todos los miembros. No era el caso respecto al Mar Rojo, pero sí respecto a Israel. Borrell, por ejemplo, está volcado en estos momentos en buscar, junto a Estados Unidos, una solución diplomática, negociadora, entre los países de Oriente Medio que podrían estar implicadoa en una ampliación de la guerra que hoy mantienen Israel y Gaza, que además de afectar a Cisjordania podría ampliarse a Líbano, Siria, Irán e Irak. España, por su posición cambiante, y por las diferencias de criterio que manifiestan distintos miembros del Gobierno, del mismo Gobierno, llevan a que el papel de nuestro país en política internacional sea decreciente. Poco fiable.

Albares por otra parte no es un ministro que lleve serenidad a la política exterior. Los profesionales de Exteriores no ocultan su desesperación por el sectarismo del ministro, los nombramientos de políticos socialistas sin ninguna experiencia en política exterior para ocupar embajadas en las que se necesita una profesionalidad de la que carecen -por ejemplo la embajada en la ONU- mientras se apartan a diplomáticos de importante trayectoria tanto con gobiernos socialistas como del PP. Nunca se había visto tanto desconcierto y preocupación en la sede del ministerio.

Con un asunto personal que trae cola desde hace años y que se ha resuelto de la peor manera.

La pareja del ministro Albares era, hasta hace pocos meses, la vicepresidenta en España de la empresa Huawei, la tecnológica de la información y comunicación más importante del mundo. Presume de ser una empresa privada pero que vox populi se considera una empresa controlada por el gobierno de Pekin, hasta el punto de que Estados Unidos y la Unión Europea, a pesar de su relevancia tecnológica, le han puesto veto en el desarrollo del 5G, por considerar que era un peligro apostar por una tecnología que permitiría al gobierno chino conocer información delicada, incluso secreta.

La incomodidad por el trabajo de la compañera de Albares había provocado comentarios dentro y fuera de España, por temor a que a través de ella pudieran llegar determinadas informaciones a las autoridades chinas. Cuando esa situación llegó a varios medios de comunicación, que la publicaron, finalmente la pareja de Albares, no se sabe si por propia decisión, o por decisión de Sánchez, renunció a su alto cargo en Huawei la pasada primavera.

Que no cunda el pánico: ha sido nombrada hace unos días consejera de Hispasat. Con un importante sueldo asegurado en la empresa que preside ahora el exministro y astronauta Pedro Duque.

Se comprende de esta forma que Pedro Sánchez cuente con la rendición “incondicional” de sus colaboradores.

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