Opinión

El presidente

Hace unos 30 años escribí mi primer libro, “El Presidente”. Una biografía exhaustiva de Felipe González a la que dediqué muchas horas de investigación y de conversaciones con personas próximas, antes de las muchas horas que dediqué a escribir. Me sentí orgullosa de tener a Felipe como presidente, a pesar de que no le voté en el 82, pero era un hombre que trabajaba por su país y por los españoles. 

Con más o menos pasión los presidentes siempre me dieron algún motivo para sentir que España estaba bien defendida desde la Moncloa, aunque me costó con Zapatero, que me dio más decepciones que alegrías, pero hubo alguna alegría. Con Pedro Sánchez sin embargo solo sentí decepciones sucesivas, aunque le conocía de años antes y sabía que carecía de lo que considero que debe tener un jefe de Gobierno. Creí que el cargo le haría reflexionar y aprender. No fue así. Todo lo contrario. 

Con la presidencia apareció un personaje que, al menos a mí y lo digo con dolor, me ha provocado enorme vergüenza en muchas ocasiones. No hace falta explicar los porqués, somos multitud los que abominamos de la elección de algunos de sus ministros, de muchas de sus políticas, de su sectarismo y falta de criterio, de su falta de respeto a las instituciones e incluso a la Constitución. Y sobre todo abominamos de sus socios, entre los que se encuentran individuos aborrecibles por su animadversión a España y a los españoles. Mi vergüenza no se basa en la ideología de quienes nos gobiernan, sino en cómo nos gobiernan.

Estos dos últimos días, mi vergüenza se ha visto acrecentada por las malas maneras de Pedro Sánchez. A su mala gestión de gobierno, con una preocupante quiebra social, se suman unas pésimas maneras, cuando a un jefe de Gobierno se le pide una mínima educación, ya que nos representa allá a donde vaya.

Nunca ha felicitado a quienes le han ganado elecciones durante su mandato, su prepotencia es impropia de alguien con una mínima cultura, que anima a mostrar respeto a los interlocutores. Trata con desprecio a quienes le piden algo tan simple como lo que le ha pedido Feijóo, una conversación para hablar de futuro, y además se permite Sánchez apuntar al rey, nada menos que al jefe de Estado, a quién debe señalar para intentar la investidura. Atribución que la Constitución adjudica al rey.

Feijóo tiene mérito. Si una periodista siente ira ante un presidente que cree que no merecen los españoles -asumo que puedo equivocarme, pero en países democráticas difícilmente aceptarían un gobierno condicionado por partidos como los que condicionan a Sánchez- , cuánto más debe estar tragando quien le ha ganado las elecciones. 

Sí, estamos en un régimen parlamentario, pero un político con principios nunca debería asociarse con partidos detestables. Sobre todo cuando sus votos los ha obtenido en buena parte por acusar al adversario de posibles pactos con un partido que considera detestable.

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