Opinión

La sombra de la corrupción

Pedro Sánchez siempre ha hecho bandera de la lucha contra la corrupción, pero estos días, con el caso Koldo, le está siendo muy difícil presumir de ser máximo responsable de un partido de trayectorias impecable.

El presidente del Gobierno mueve todas las piezas para intentar que su exministro de Transportes y ex secretario de Organización renuncie a su escaño de diputado, pero Ábalos se resiste. Admite que su relación con Koldo García era muy estrecha, pero niega su vinculación con los presuntos delitos que le achaca la Justicia, tras las investigaciones de la Fiscalía Anticorrupción y la UCO. 

Desde el Gobierno se asegura que Ábalos no tiene salida, que Sánchez le ha marcado ya el camino que debe recorrer, y aseguran que se verá obligado a dejar el escaño en pocos días.

Ábalos sabe defenderse, y hace mucho tiempoque se siente injustamente tratado por Pedro Sánchez, aunque últimamente habían acercado posturas hasta el punto de que el exministro daba por hecho que formaría parte de la lista socialista al Parlamento Europeo, como había pedido. 

Hoy, esa posibilidad es impensable tras el escándalo de las comisiones cobradas por Koldo García, centro de una trama político empresarial para quedarse con millones de euros de comisión por la venta de mascarillas durante la pandemia. Mascarillas que no han podido ser utilizadas porque no contaban con los requisitos que exigían las autoridades sanitarias.

Cómo acabará el escándalo es todavía una incógnita, pero se comprenden los nervios de Pedro Sánchez. Koldo García y José Luis Ábalos se han movido durante años en su círculo más cercano, y no se van a conformar con la situación actual, en la que se sienten chivos expiatorios de operaciones en los que estaban vinculadas personas que ahora se ponen de perfil cuando se les pide ayuda. Sánchez abandera la lucha contra la corrupción, pero sabe perfectamente que parte de la sociedad española se hace preguntas insidiosas que aparecen regularmente en las redes sociales: cuál es la razón de cambiar de posición respecto al Sáhara, qué contenía el teléfono de Sánchez intervenido por Pegasus, si conoce exactamente qué tipo de negocios hace en Latinoamérica su hoy importante colaborador José Luis Rodríguez Zapatero, por qué cesó a Ábalos de forma tan fulminante, qué llevaba a bordo el avión de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez cuando aterrizó en Madrid aunque la Unión Europea le había prohibido aterrizar en suelo europeo y fue atendida precisamente por Ábalos y Koldo…

Se comprenden los nervios de un jefe de Gobierno que se encuentra con imputaciones de personas que le son muy cercanas. Como se comprende su inquietud porque ya no podrá utilizar la corrupción de sus adversarios para presentarse como ejemplo de dirigir un partido de comportamiento impecable.

Y se comprende sobre todo la desesperación de un presidente cuyo futuro depende de un tránsfuga de la Justicia y, ahora, también de un antiguo “segurata” de discoteca que se mueve en escenarios un poco complicados. Por no decir turbios.

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