Opinión

Terremoto en Andalucía

Un terremoto ha sacudido Andalucía. Un terremoto que afecta sobre todo al PSOE, que por primera vez en la historia de la democracia pierde su gobierno más potente. Impensable. El PP ha recibido un fuerte varapalo incrementado por la entrada arrolladora en el Parlamento andaluz de Vox, pero esa entrada podría darle el gobierno a Juanma Moreno si el PP lograra un acuerdo con Ciudadanos y con Vox. El mapa español cambia, PP y PSOE decaen después de cuarenta años de protagonismo absoluto, pero por primera vez aparece en escena un partido de extrema derecha, Vox. Y con una presencia muy potente. 

Son varias las razones que explican que Vox haya entrado con tanta fuerza. La primera, el descontento respecto a cómo abordó el gobierno de Rajoy el desafío del independentismo catalán, que no se ha apaciguado sino que, al contrario, se ha recrudecido sin que el gobierno del PSOE parezca capaz de meter en cintura a Puigdemont y Torra por mucho que hayan apostado por una estrategia muy distinta a la de Rajoy. Segunda razón, la inmigración y los refugiados, que están en el origen del crecimiento de partidos populistas de extrema derecha en toda Europa. Y en el origen del "brexit", no lo olvidemos. Y tercero, aunque no es un asunto al que se dedique demasiado tiempo, el empeño de esos partidos de extrema derecha de crecer en el Parlamento Europeo, para lo que necesitaban representación española. No cabe la menor duda de que la campaña de Vox, para la que además de imaginación e inteligente estrategia hace falta dinero, ha recibido apoyo exterior. Cualquiera que sepa algo de campañas sabe lo que cuestan y desde luego la de Vox ha ido mucho más allá de lo que alcanzan las cuotas de los militantes.

 La aparición de Vox debería hacer reflexionar a los partidos históricos y a los que surgieron hace cinco años, Ciuadanos y Podemos, que tuvieron su primer impulso en las anteriores elecciones europeas, punto de partida para que las dos formaciones tuvieran en las siguientes elecciones generales una representación que dejó temblando a PSOE y PP, hasta entonces o únicos partidos con experiencia de gobierno y que se creían asentados en esa posición. Alternancia, apoyados por partidos nacionalistas o regionales, pero sin que nadie pusiera en peligro su DNI: partidos capaces de gobernar. 

Para Pablo Casado es noche amarga aunque puede conseguir nada menos que el gobierno andaluz para Juanma Moreno. Es amarga porque ha bajado considerablemente respecto al resultado anterior, aunque se apunta el tanto de que Ciudadanos no ha conseguido el apetecido “sorpasso”. Pero para Casado es amargo que tenga que depender de un partido como Vox, que con toda seguridad venderá caro su apoyo; como es amargo también que tenga que sentarse en una mesa negociadora con un personaje como Abascal que, de empeñarse en aplicar su programa, “contaminaría” al PP con sus propuestas racistas, xenófobas, machistas y populistas. Nada que ver con el PP conservador, pero moderno, que vende Pablo Casado. 

Para Susana Díaz es una tragedia, pero también para Pedro Sánchez. Pueden echarse la culpa el uno al otro, porque en buena ley los dos son responsables del fiasco. Díaz porque ha desatendido algunas de las exigencias de sus ciudadanos, las relacionadas con la sanidad, la educación y la calidad de vida en general; Sánchez porque, como gobernante, deja mucho que desear. Su gobierno tiene distinta vara de medir respecto a la corrupción que lo que defendía cuando estaba en la oposición y además porque los españoles no acaban de “tragarse” sus propuestas demagógicas y las rectificaciones, que el presidente niega que sean rectificaciones. 

Es hora por tanto de que PP y PSOE, Casado y Sánchez, reflexionen sobre el futuro inmediato. 

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