Opinión

Un tipo del que presumir

Días de vorágine política, barullo, falsas y verdaderas esperanzas y, para muchos ciudadanos, miedo a que no gane “su” candidato. En medio de esa tensión que va más allá de la lucha entre partidos y las ofertas programáticas, surge un tipo de apenas 20 años que provoca la unanimidad: al fin, alguien y algo de lo que presumir. 

Andábamos faltos de figuras tras la retirada de Gasol, las lesiones de Nadal y la escasez de éxitos mundiales apoteósicos, cuando aparece Carlos Alcaraz y se merienda a Djokovic. Con mucho esfuerzo, pero se lo merienda y, además, el serbio, que no se caracteriza por su buen carácter, hace unos elogios de su rival y un pronóstico sobre su futuro profesional muy próximos a la excelencia.

Hacía falta alguien así para animarnos. Un joven que, con su trayectoria, ha demostrado que se puede alcanzar cualquier objetivo que te marques si te pones a ello; un joven que pone en primer plano el esfuerzo en una sociedad, la nuestra, en la que nuevos modos sociales y programas educativos mal diseñados habían despreciado. Alcaraz ha demostrado la importancia del esfuerzo personal y del esfuerzo del equipo, que en su caso ha creado con su familia y preparadores, e incluso con su profesora de inglés, personaje importante en un deportista de élite cuya patria es el mundo además del país en el que nació.

Con apenas 20 años, ha conseguido que el rey le jalee a gritos desde un palco en el que las reglas recomiendan esconder los gestos de apoyo hacia determinados jugadores. A don Felipe, siempre comedido, le pudo el nervio y el entusiasmo que sentían millones de españoles que llevaban cuatro horas mordiéndose las uñas ante el televisor, en una tarde de domingo como hace años que no se recordaba. Allí, en Wimbledon, estaban los Gales y sus hijos, figuras internacionales del espectáculo, personajes de la jet que solo se mueven para conocer y agasajar a quienes forman parte de la élite más élite. 

Como Alcaraz, un crío, que sin embargo, trabajando a fondo para ser el mejor, ha conseguido serlo y tiene toda una vida de éxitos por delante si se mantiene en esa línea. Dedicación, esfuerzo, formación, respeto a los rivales, humildad ante un público que hoy le venera. Por sus triunfos, por enfrentarse con serenidad a los mejores y ganarles a base de empeño y, también, porque es cercano, sonríe abiertamente, agradece las muestras de cariño y de admiración y no se le ve asomo de vanidad cuando tiene tantos motivos para sentirse un dios.

Estábamos necesitados de gestas como la del pasado domingo, estábamos necesitados de encontrar de nuevo un personaje al que admirar, necesitados de sentir que a pesar de lo que digan algunos, merece la pena esforzarse para ser lo que uno quiere ser. Si encima provocas que millones de españoles se sienten orgullosos de serlo, pues aún mejor.

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