Opinión

Enemigos de cerca

Recién salidos del derroche navideño hay litros de vino y cava corriendo en derrama por la frontera con Francia. No es celebración de un nacimiento sino de muerte de las formas de comportarse. Los líquidos corren por el asfalto aplacando la sed de tantos kilómetros de los camiones españoles. Son litros de caldo como ponche que ceba el pavo bajando por su garganta para mostrarlo en las fiestas que acabamos de pasar. La linde con nuestro país vecino está de escenario de saqueo involucrando también a legumbres y hortalizas y no parece que podamos hablar de asalto ni de pillaje ni de expolio. Cuando es así los bienes toman función en otras manos, lo que en estos casos se llama el apoderamiento ilegítimo acudiendo al ámbito jurídico. El fin entonces es dominar lo que se apresa, robándolo a quien lo tiene.

En el tumulto fronterizo con los agricultores de aquí y de allá la violencia está y también tienen cuerpo las importantes pérdidas para el sector. La gravedad de lo que estamos viendo no es moda, no es oportunismo y tampoco hay que pensar que colea el interés personal e intransferible con nombre y apellidos de beneficios. Perdemos todos y ese concepto de totalidad lo es sin presenciarlo como activos actores. El enfrentamiento tiene historial y, por tanto, sigue arrastrando odios de año en año que pasa. Hoy día se habla de unos veinte mil camiones españoles que cruzan diariamente la frontera. Vehículos caros y no siempre de grandes empresas, pero todos sufriendo las consecuencias en el momento del desaguisado. Cuando llega este zafarrancho de combate lo hace sonando a tomatina agostera del municipio valenciano de Buñol. Hay caras felices, gestos contrariados y miradas de balcón sorprendidas por derrochar el alimento. La foto es ver convertido en arma arrojadiza lo que termina como arriada. 

El conflicto franco-español de la agricultura que se transmite por las televisiones, periódicos, radios y redes sociales es tema socorrido desde los años sesenta-setenta. En los métodos de protesta ha dominado la ausencia de armamento. De lo que se trata es de arrojar lo que el otro tiene para destruírselo, destruirlo para que el otro no tenga y, sobre todo, no para tenerlo uno, pero sí que no sirva para nadie. 

Francia ha llegado a la Unión Europea en 1958 al lado de países como Alemania, Italia, Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos, y España lo hizo en 1986. Han sido años de zancadillas de nuestros vecinos pirenaicos por vernos como el peor rival de la huerta de Europa. 

Tirar los alimentos que pueden servir es, cuando poco, un desperdicio, un pecado y siempre una falta de educación. La alternativa sería regalarlo a alguien que lo necesite, donarlo con finura y buenas palabras para reconfortar al hambriento cumpliendo las directrices del buen cristiano. No costaría encontrar sujetos y beneficiarios dignos de tal recibimiento. 

Lo que se presencia en la frontera pirenaica pone en evidencia que llevarse bien con el colindante es cosa fácil mientras no haya algo en común que pueda justificar más de una discrepancia. Dicho de otra manera, cuanto más cerca más posibilidades para enseñar las uñas. El de lejos puede ser amenaza sin presencia y el de cerca, muchas veces, ni vive ni deja vivir. El aviso de lo que está retirado y distante duele menos y se aletarga en el tiempo; pero como dijo Michael Corleone en la película “El Padrino” el consejo es mantener cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos.

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