Opinión

Esposa de un país

Las tierras movedizas del covid siguen tragándose culpables por taparnos la boca con mascarillas defectuosas y fraudulentas. En el Reino Unido, la reina consorte, Camila de Cornualles, ha dicho que está cansada de tanta representatividad, que la carga le deteriora y que se retira temporalmente al reposo que su cuerpo le pide. El peso de la corona le pasa factura tras año y medio de reinado y el pueblo siente, una vez más, el dolor de Buckingham lejos de los oropeles y los aplausos. Nadie como los británicos para sufrir con lo que toca a sus monarcas. Por aquí el Grupo Mixto está de moda al ser refugio de los miembros que amenazan al líder. En el Congreso de los Diputados esta cooperativa se ha convertido en el bar de los díscolos, en el vestíbulo de espera y casilla de salida del parchís nacional. Por si nos faltaran más tendencias sin meritocracia, la primera dama española, de nombre María Begoña Gómez, trae al recuerdo que tal figura no está regulada constitucionalmente, pero es unánime el mensaje de que exige un comportamiento de ejemplaridad. Nuevamente lo no regulado es trascendental y se demuestra que, sobre todo, existe lo no escrito.

Desde Amparo Illana, la discreta mujer del presidente Adolfo Suárez, la imagen ha cambiado a peor en el espejo de la primera dama española. La señora de Suárez nos dejó una imagen doméstica a la sombra de su marido y siempre presumía de haber hecho de la Moncloa un hogar. Doña Amparo había estrenado el palacete y su sucesora, Pilar Ibáñez, esposa del presidente Leopoldo Calvo Sotelo, afianzó estar lejos del ejemplo de consorte americana y miró hacia dentro con sus ocho hijos. Ellas, Amparo y Pilar, encarnan la función tradicional de la mujer del presidente del Gobierno.

La figura de militante llegó al Palacio de la Moncloa con la mujer de Felipe González. La profesora de literatura y sindicalista Carmen Romero sumó puntos de nuevos tiempos al aire de Felipe González, y lo hizo con rol propio y profesión conocida.  Desde entonces una cosa es la representatividad dando un plus al gobernante y otra bien distinta buscarle empleo y nombramiento a dedo a la compañera y madre de los hijos. Está entendido por todos que no se trata de temas personales y privados. La imagen que dé la esposa del presidente es también imagen de país. En el pasado, tanto la mujer de Felipe González como de José María Aznar se codearon con la profesión de sus maridos y se metieron en política al terminar el mandato de sus respectivos. Carmen Romero fue diputada y europarlamentaria, pero cuando llegó a la Moncloa en 1982 dio el ejemplo como la primera mujer con trabajo propio e independiente que asumía el papel de primera dama. Ana Botella fue concejala del Ayuntamiento de Madrid en 2003 y llegó a alcaldesa sucediendo a Alberto Ruiz Gallardón al ser nombrado ministro de Justicia por Mariano Rajoy. Nos dejó la frase histórica: “Relaxing cap of café con leche en Plaza Mayor” y con ella quedó la candidatura olímpica de Madrid 2020.

El protagonismo de las primeras damas tuvo su música con José Luis Rodríguez Zapatero. Sonsoles Espinosa mantuvo su vida privada fuera de los focos y como cantante soprano coreó en silencio las dos legislaturas en La Moncloa. La esposa del presidente Rajoy lució como apoyo en balcón de Génova y en actos electorales. Aquella Elvira Fernández consiguió ser anónima.

La esposa del actual presidente es la más polémica y la que más divide al país. Dios los crea y ellos se juntan.

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