Opinión

Isabel Barreto y su mar de fondo

La próxima investidura navega hacia buen puerto a pesar de la interpretación actoral y la puesta en escena de los partidos involucrados en volver a Pedro Sánchez a la categoría presidencial. La reivindicación España se difumina y llegan figuras del pasado para hacer real la enseñanza de lo nuestro por lo mucho y bueno que supone. En esta línea de pensamiento Isabel Barreto, la primera mujer almirante de la historia de la navegación, sale a flote en la novela “La casa del algodón” de Eva García. La investigación que apunta a su origen pontevedrés la avala también la Armada Española. Esta figura histórica del siglo XVI destacó por su valentía y liderazgo, con un papel que es reconocido y admirado en la exploración y colonización del Pacífico. Su mundo fue de hombres que dominaban y hoy es más ejemplo de lo que lo fue en su momento como figura inspiradora a contracorriente. En aquellos tiempos de desafíos constantes los profesionales del mar confiaban en instrumentos y conocimientos que eran limitados para trazar rumbo. A pesar de estas dificultades, la heroína traída hoy abre puertas y ventanas para enorgullecernos de los que han pasado dándolo todo por lo que querían ser.

En los registros históricos de la época no figuran retratos de Isabel Barreto, al menos en España. No cuesta imaginársela guapa e inteligente y con la lozanía de los 19 años cuando se casa por primera vez con Álvaro de Mendaña. Fue mujer de sentirse viva con el desarrollo personal. Su segundo marido, Fernando de Castro, caballero de la Orden de Santiago, supuso un paso más en su concepto de empresa emprendedora. En aquella época era muy común elegir marido si se tenía una gran dote, cosa que ella pudo y supo servirse. Persona muy culta, estudiaba matemáticas, latín, griego y artes varias, aportación familiar de la que supo hacerse el bien.

La novela de Eva García viene a recordar la grandeza femenina de Isabel Barreto en unos años complejos y nos fija el valor de ese papel fundamental que desempeñaron aquellas mujeres que respiraron espíritu de superación. Es, una vez más, la contrapartida al no mirar atrás ni para tomar impulso, porque sí toca torcer la cabeza para fijar la mirada y entender lo que hoy somos y que las grandes pioneras dan sangre nueva a la que ahora corre, porque trae el caudal de la historia de aquellas que con bravura se enfrentaron a practicar el espíritu inquebrantable de todo aquello en lo que creían. 

Comparar feminismos está fuera de lugar porque saldrían perdiendo los que están de moda, los mismos que se inflan y desinflan según las circunstancias políticas y de donde vengan las corrientes y mareas. Mujer y hazañas fortalecen lo que somos, lo que fuimos y fundamentalmente lo que debemos ser. Se trata de algo tan sencillo y difícil como valorar lo que ha hecho grande a esa nuestra gente española que lo fue y no se acomplejaba de serlo. Más reconocida fuera de España Isabel Barreto viene a unirse al legado reivindicativo de lo español como forma de alimentar un espíritu que dista mucho de ser causa de discordias y sí enriquece el tono de vivir los hechos o el reconocimiento de esos hechos. 

El olvido en este caso viene a subsanarse pidiendo perdón, un descargo que en ocasiones es, además, penalizable y que otras supondría tener muy presente que no se trata de perdonar si no de que se pida perdón. Un perdón tan grande como el de una amnistía que navega con olas de tendencia.

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