Opinión

Leonormanía, el regalo de reyes

Entre prometer y jurar hay diferencias que se resaltan principalmente a nivel semántico. La práctica dice que es lo mismo a efectos de responsabilidades; por ejemplo, los ministros pueden jurar o prometer y después ya se sabe que ni lo uno ni lo otro les influye para practicar los principios básicos del cumplimiento a las leyes y el reglamento. En el oficio del matrimonio se jura y es promesa que lleva a toda la vida; pero hasta puede interponerse el Tribunal de la Rota y entonces lo dicho regresa convertido en soltería. Si se jura, los testigos son importantes para asegurar ese acuerdo y la búsqueda de la verdad. Jurar implica poder divino, humano o institucional, como referente de la Biblia o de la Constitución. Prometer lleva tácito un toque de compromiso, obligación personal, rectitud y fidelidad a una fórmula sin nadie que se ponga de observador, solo ella y con ella. La princesa de Asturias jura la Constitución porque su futuro lo pide para hacer posible ese porvenir. Se ha convertido en la “royal” del momento y a ello contribuyen también los jóvenes de las casas nobiliarias más destacadas del país que han celebrado una fiesta en su honor para poner en valor lo que supone su jura constitucional.

Lo que ha sido una niñez entre algodones es, cada vez más, un camino de recelos sociales y políticos, fundamentalmente por parte de aquellos que no asisten a aplaudir la continuidad monárquica, sabiendo que es el nido de España como nación indisoluble, que recoge la Carta Magna y que acaba de jurar ante el país que se prevé llegue a reinar.

El barco de la democracia del que habló la presidenta del Parlamento este martes atraviesa tormentas y tempestades donde los jóvenes tienen mucho que aportar en el compromiso al respeto de lo dicho en expresión pública.

Tras el juramento de la heredera, España parece un poco más monárquica, sobre todo por el prolongado aplauso sentido en la Cámara Baja, representación de la soberanía nacional. Fue largo y sentido y pasa a la historia de España. El arrope a la Familia Real retumbó en el Congreso de los Diputados como mucho más que una felicitación a Leonor por su mayoría de edad. Un salvavidas ha sido lanzado desde el navío español que busca tierra firme y garantía de estabilidad sin tanta ronda de consultas que amenazan a través de la observación de lo que se presencia y escucha. La leonormanía es el regalo adelantado de Reyes.

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