Opinión

Scorsese y Otero Pedrayo

Gobierne quien gobierne en la próxima legislatura gallega tendrá entre sus obligaciones ejecutar el futuro del Camino de Santiago. Abrirlo pasa por el cine. Esta expresión aguarda en el cine xacobeo una mano brillante, creativa, conocida a nivel mundial y con la sensibilidad que requiere hablar del ser humano, su búsqueda y sus encuentros y siempre la admiración a una naturaleza que pone el mejor plató del mundo.

Esta pasada semana Martin Scorsese, productor, actor y todo en el cine, trajo a Madrid la categoría de ser, además, el director vivo con más nominaciones a los Oscar de Hollywood y en la lista de los históricos. Sus 82 años no le impiden colocar el talón de su pierna en el muslo de la otra y su verbo alcanza juventud dejando que sus actores se salgan del guion para hacer lo que quieran, aunque no lo vaya a usar. Resulta que después lo usa.

Tiene Scorsese esa sonrisa blanquecina exportadora del Hollywood que complace, es vitalista y convence con pasión. Fascina escucharle en ese trabajo en el que se mueve de mezcla mental al recordar el gusto por los títulos de crédito o asegurando que su cine no necesita pirotecnia. El gran Scorsese sigue de búsqueda; pero habla del cine como una historia de amor en bucle. Hete aquí que un guion se me apareció mentalmente. En este caso del entonces catedrático de Santiago, Ramón Otero Pedrayo, interesado con el cine por lo que le desvelaba del nuevo sentido del tiempo.

En 1952 el hombre de Trasalba, el mismo que llamó a Orense A Bela Auria, se relacionó con la productora cinematográfica Suevia Films, del vigués Cesáreo González, para llevar su gusto al cine. La temática del Camino de Santiago le ilusionó, le exaltó y se puso a ello. Lo hizo con historia de amor por medio, fantasía con lo irreal y basado en las Historias y transposiciones míticas, paganas o cristianas, de los santos o de Merlín. Aparecía la nave de Amadís encorada en la rúa Nova y otros míticos navegantes en un guion que le dio momentos de creatividad total para el séptimo arte, consciente de que el cine ya actualizaba la historia y que Charles Chaplin había hecho más por los desposeídos de la tierra que todos los discursos y artículos de los políticos e intelectuales de la época.

Faltó sensibilidad, y vamos a pensar que también medios, para dar salida al ardor cinematográfico de Otero Pedrayo; pero, sobre todo, no llegó a los encargados de la propaganda del régimen que desempeñaban el papel de visionarios de una religión real universalista. Dejó de rodarse el guion de Don Ramón y hoy es publicación en libro de consulta mientras espera claqueta que le dé lustre y exhibición. Creo que el patriarca de Trasalba se llevaría con Martín Scorsese y ambos entablarían tertulia de cine “on the road”, de viajes y de literatura gallega. El gran Otero Pedrayo le informaría que su libro “Pelegrinaxes I” es también película y que en ella se mezcla el género documental con la ficción porque él fue peregrino y que compartió camino con otros intelectuales de la Generación Nós, orensanos como él. Scorsese le diría que el cine sí se convirtió en el arte espectacular del futuro como él ya vio en su momento y que lo sigue siendo, y le haría saber que su cinematografía está llena de perdedores, de ganadores, de mafiosos y de violencia porque son los tiempos los que vienen obligando a olvidarnos de sueños y deseos. Como patrón de búsqueda constante se interesaría por su guión sobre el Camino de Santiago.

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