Opinión

Sin novedad

Esta expresión que da título a la columna nos viene a recordar que no hay nada que añadir a lo que se venía cocinando entre nuestro presidente y sus compañeros y socios de formar mayorías. Los que nos gobiernan de verdad aprovechan el río revuelto para la ganancia de ellos mismos que, nadie duda, son pescadores sin necesidad de anzuelo y, sobre todo, expertos en aprovechar las contiendas y lidiar con las debilidades de los presidentes que han perdido elecciones y no disponen de mayoría en el Congreso de los Diputados. Del plato a la boca al presidente Sánchez se le ha caído la sopa y al pueblo nos ha tocado mancharnos.

Nuestro idioma da tanto de sí que en las expresiones cortas es donde demuestra su músculo interpretativo y donde ostenta el privilegio de decirlo todo sin dar pie a nada más que lo que se dice, cómo se dice y lo que contiene lo que se dice. Es en el mundo militar donde nuestro idioma tiene su principal fuerza, porque es ahí donde ostenta la riqueza sobria y tajante de no explicar nada más y decir lo que quiere decir, y desde luego, con el derecho a decirlo. Los músculos que acompañan en este caso trabajan en posición que todos entendemos.

Andarse con rodeos no va con los militares, lo suyo es expresarse de una manera coherente, concisa y definitiva. En este momento, donde la política lo ha invadido todo, nos está tocando vivir la evidencia y la manifestación de una oralidad repleta de adjetivos, frases desconexas y con contenido vacuo. Con este panorama sin encanto se agradece el encuentro con la forma de expresarse del cuerpo militar. La experiencia viene de este lunes en el acto de entrega para distinguir como Gallego del Año 2023 al jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra, Amador Enseñat y Berea, a cargo de uno de los ejércitos más antiguos del mundo. Un reencuentro con la forma de percibir de siempre, la filosofía que no caduca y el sentido común, sin rodeos ni circunloquios, sin novelar las palabras, es decir, en perfecto estado de revista y si hace falta con “cajas destempladas”. Esta última expresión también viene del ejército, donde los tambores desempeñan pasado y presente. Estos instrumentos tenían los parches tensos, templados, excepto en actos tristes. El bastón que llevaban los tambores mayores en el cuartel se llamaba porra y se clavaba en el centro del campamento como lugar de castigo. De ahí viene el “vete a la porra”. Pero en este homenaje al lenguaje militar hay otras expresiones que vienen a enriquecer y ayudar a decir lo que hay que decir.

“A mansalva”, proviene del término militar antiguo “disparar a mano salva”. Se usaba cuando el tirador artillero podía efectuar muchos disparos desde un lugar seguro. Y “pasarlas canutas” nos llega de un pliego manuscrito, sellado y firmado por el jefe militar. El soldado lo recibía al finalizar su servicio, con detalles sobre la campaña y su destino. 

Si ninguna de las expresiones indicadas le gustan o no las ha utilizado, le propongo “estar ojo avizor”, porque “a bombo y platillo” la historia y la influencia del lenguaje militar es algo cotidiano en nuestra lengua. Algo bien distinto que no sepamos mirar, o miremos sin ver apropiadamente, olvidemos la letra pequeña o simplemente no queramos enterarnos de dónde está el mejor servicio a lo que somos. Sin novedad señores, porque las Fuerzas Armadas siguen siendo lo de siempre: defensa de España y orgullo nacional.

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