Opinión

Tiempo Alfonso Rueda

Un gallego le dice a otro: “De lo que ves ya sabes y de lo que no ¿qué quieres que te diga?”.

En el noroeste español la filosofía tiene su disciplina propia, formal e histórica. A veces la entienden los que no son gallegos; pero, sobre todo, la entienden los que lo son y, sobre todo, los que practican el serlo. Y en esas estamos tras la resaca del domingo. Los resultados tienen números y son letras las que los acompañan para ratificar lo que acaban de decir políticamente las urnas de Galicia. El recado es claro, aseguran que les gusta quienes les gobiernan y cómo lo hacen.

Cerrada la conquista del poder del 18F en la tierra de Breogán hay mentes que se transforman y empiezan a justificar acciones y perspectivas que jamás antes de ese domingo justificarían. Algunos se esconden melena al viento y suele ocurrir en este tiempo postelectoral porque el amor a Galicia no es el elemento presente en todas las manifestaciones que se vieron en la campaña. El ojo gallego ha llevado a una mayoría de votantes a las urnas y el tiempo meteorológico ayudó en los comicios para votar la que será la XII legislatura de Galicia.

Hay orgullo en esta tierra de brujas que toman bebedizos, que exalta los milagros de las olas en el vientre materno y que no cree en meigas; pero afirma que las hay. El orgullo no siempre es bueno; mientras no se demuestre su necesidad imperiosa para sentirse bien teniéndolo. No sabemos si por el partido o por él mismo, o por las dos cosas; pero a Alfonso Rueda le acaban de colocar la placa de protagonista en el libro de la Historia de Galicia. Empieza su tiempo y sus dotes de lidiar con la artillería gubernamental de Madrid que va concienzudamente contracorriente.

Si algo sabe el pontevedrés Rueda es que Galicia es como los demás y que el reparto de fondos está entre sus prioridades para garantizar el coste de la dispersión y el envejecimiento en Sanidad. La reindustrialización pende de Madrid. Las necesidades queda cubrirlas y terminar lo empezado, por ejemplo, la red de autovías, la interior entre Santiago y Lugo ahí está y si se mira a la meseta la foto es el viaducto caído y el tráfico ahogado pasando por el pueblo de Piedrafita, muy lejos de la imagen que debería tener este siglo. Los tractores pisan Madrid, una vez más, y ponen la huella también en tierra de Rueda para potenciar el sector primario y la marca Galicia en la carne, la leche y el pescado, esa dieta atlántica que se defiende más en Madrid que en la propia tierra y que supone la verdadera catedral gallega. Podríamos seguir con el conflicto sobre la ley del litoral, el impulso de la red eléctrica para ser potencia en las energías renovables, sin trabas judiciales. Y el tren aspira ser lo que Felipe González hizo con Andalucía. Lejos de Ourense el resto del territorio añora una alta velocidad que sea real.

Al PSOE le faltan escaños para justificar su hecatombe tras ser devorado por los nacionalistas. No dimite nadie a pesar de ser el peor dato de los socialistas gallegos. Y Ana Pontón se erige con más fuerza como la líder de la oposición en el Parlamento. Cohabitar con el partido ganador le ayudará a ampliar ese techo que parecía cerrado en su formación y que le da voluntad en la lucha. Sabe que su alimento llega del PSOE, pero una imagen moderada la mantiene sabiendo que donde hay león quítese ratón y que aquí el mamífero además mueve el estandarte galleguista. “De lo que ves ya sabes y de lo que no ¿qué quieres que te diga?”.

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