Opinión

T'estimo

No sé si aquella chica era tan guapa como yo la recuerdo. Cuando uno tiene diecisiete años todas las chicas del mundo son preciosas. Sólo hay que verlas moverse, sonreír haciendo un hoyito en los mofletes, o mirar hacia ese crepúsculo que se forma de noche detrás de las construcciones de la ciudad: negro y azul sobre fondo blanco.

Abilio era muy amigo mío y desde ese día tuve la impresión de que lo era mucho más. Al menos eso le decía yo que me moría porque me presentase aquella chica. Era su prima, pero su prima de Barcelona. ¡qué bien le sentaba aquel suéter! Yo a ratos se lo veía, cuando caminaba con donaire, abriéndosele de vez en vez su gabardina azul, tipo policíaco, y a ratos sólo lo adivinaba pues se cerraba aquella pechera de los corchetes que, a duras penas, se sujetaban.

Seguro que un día mi amigo le explicó que yo era un buen chico porque, de repente, comenzó a hablarme, a reírse con las bobadas que yo me inventaba. Una tarde al salir de aquella sesión continua me paseé por aquella calle chuleándome y dando envidia. Por hablar de algo me contó que habían hecho un estudio sobre la lengua que era más melódica del mundo. Y me reveló que el idioma más harmonioso era el catalán. Yo estaba convencido de que era el gallego y me venían a la cabeza esas palabras preciosas: fiadeiro, morriña, pendurar, cobertor… también me venía repetidamente la palabra “bicar”. No era extraño en aquella situación.

De todas maneras, no me di por vencido y le dije que me lo demostrase. Se paró, humedeció los labios y como alquimista sabia me miró a los ojos. Entonces me dijo: fíjate cómo suena “t´estimo”. Yo que lo traduje al castellano de Cervantes, de inmediato, me derretí como vela en mano de monja y estalló en mi cerebro de niñato aquel “te amo”.

Creo que me ganó y acepté que era el catalán la lengua más suave y melodiosa. Me dejé vencer porque ella tomaba con sus morritos aquella “o” final y la cerraba pronunciando una “u” que me volvía loco.

Ahora que las cosas entre Cataluña y el resto de España se han puesto un montón de feas me he vuelto a acordar de aquello y se me ocurrió que podríamos hacer un esfuerzo. Supongamos que ellos también lo harían y nos hablarían con respeto en el idioma de Don Quijote de la Mancha en aquella lid del Caballero de los Espejos, convertido ya en el de la Blanca Luna, y nosotros les hablaríamos en ese catalán melodioso de Josep Plá o de la prima de mi amigo.

Es cuestión de volver a entrenarse, de volver a sentirnos como cuando la gente del teatro corríamos a aprenderlo a Barcelona o cuando ellos venían a aprender medicina a Santiago de Compostela.

Ahora desde las redes sociales irritadas nos echamos a la cabeza propuestas de “bullying”. Entonces me he puesto triste. Pedir el acoso del otro es el final de una sociedad civilizada. Volvamos unos y otros, “sisplau”, a recomponer aquel mundo que soñábamos en el que sólo cabía un espíritu universal.

El bullying ha provocado en la escuela tanto dolor y tantas muertes que me espanta.

No sé qué sería de aquella prima de Abilio. A lo mejor sigue tan “maca” o puede que se haya convertido en una señorona que se pasea cargada de nietos y de bolsas de Zara por las Ramblas.

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