Opinión

Ya no se callan, no se callan, pero están “ofrecidos”

Un espléndido artículo de Victoria Lafora, titulado “Ya no se callan”, que leí en nuestro diario días pasados nos recordaba, con nombres y apellidos, una serie de ilustres personajes socialistas que no están de acuerdo, absolutamente, con el rumbo que ha marcado el actual Partido Socialista dirigido de una forma despótica, personalista y dictatorial por el señor Sánchez, al margen de los controles habituales que siempre tuvieron los partidos demócratas.

Ya no se callan, no se callan, y critican duramente las decisiones que está tomando la actual camarilla que dirige el PSOE. Ya no se callan, no se callan, pero, como ellos mismos reconocen, le siguen votando, como si fueran serviles penitentes consagrados a los mandamientos y directrices de un gran líder de una secta en la Guayana, que los tiene abducidos hasta el punto de que están preparados para el último sacrificio.

Sí, de acuerdo, es una exageración, perdón por ello, pero hay una cosa clara, el voto es la herramienta fundamental en el que se basa la democracia, si no hay libertad de voto, no hay democracia. Todos sabemos que hay muchos votos en nuestro Parlamento que en la próxima sesión de investidura, si pudieran votar con la libertad y seguridad de que su voto es secreto, como el que tienen los cardenales en el Cónclave para elegir a un papa, los resultados no se parecerían en absoluto a los que se van a producir. 

La política tendría que estar presidida por un espíritu personal, particular e independiente, como pasa con la gran mayoría de los ciudadanos que no vivimos de ella y podemos votar libremente al candidato o candidata que nos parezca oportuno, pero nos encontramos con la paradoja de que esa libertad e independencia se pierde automáticamente al ser elegido, ya que no puedes votar según tu criterio, tu deber y tu conciencia, porque de ese voto depende la nómina que te alimenta. Y con las cosas de comer no se juega.

La democracia es el único sistema de organizar nuestra vida en un país, en una ciudad o en una comunidad de vecinos, eso está claro, no hay otro sistema; peor dicho, hay otro sistema, el de la selva, el del desierto, el de la naturaleza; el que regula la lluvia y la sequía, los volcanes y los terremotos, el caos, la vida y la muerte, el mismo que pretende organizar la Agenda 2030, o los que, de una forma imprudente y chapucera , se ponen a legislar sobre el consentimiento sexual, el cambio de sexo o la forma de morirse, con las mismas previsiones de éxito que las que se había hecho el señor Rubiales al repetir cuatro o cinco veces: “No voy a dimitir, no voy a dimitir”. “Coitado”.

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