Opinión

Ingenuamente Yolanda

No hace falta aclarar que este título está inspirado en aquella vieja canción de Pablo Milanés, “Eternamente Yolanda”, pero como supongo habrán adivinado, aunque hay muchas Yolandas por el mundo me refiero a nuestra política, a la ministra, a la vicepresidenta, a la televisiva, a nuestra paisana Yolanda Díaz, la “biquiños” que cada día nos sorprende, entre una mezcla de entusiasmo, osadía, buenos propósitos, ingenuidad o ignorancia, con más cosas, con más proyectos, con más soluciones, con más inventos. Igual se apunta a solucionar el problema de la vivienda, el de la reducción de la jornada laboral, el impuesto a los bancos y a las energéticas, o explicarnos en qué consiste la amnistía, la agenda 2030, el algoritmo de Max o la inteligencia artificial; como, si se tercia, volar rápidamente a Bruselas para entrevistarse con el sr. Puigdemont y solucionarle la investidura a su jefe y socio en este gobierno progresista “do carallo”, el excmo. sr. presidente en funciones, Pedro Sánchez.

Si hay alguna palabra que me resulta incómoda, o tal vez gilipollas, no sé, al apropiársela cierta gente, es esta de progresista. Pero ¿quién no es progresista? Todavía no he visto a nadie, aunque sea un viejo/vieja de cien años, caminar hacia atrás. Todos los días igual, siempre lo mismo: vamos a tener otros cuatro años de “gobierno progresista”, un gobierno de solidaridad, comprensión, justicia social y de armonía. Amén, que ya saben que quiere decir así sea. Ya solo les falta añadir a lo de progresista el “gobierno de la buena gente”, el de la gente guapa, inteligente, limpia, aseada, educada y así.

No entiendo cómo todavía esta gente nacida con pasión reguladora, con propuestas exclusivas y excluyentes para arreglar el mundo no se haya propuesto hacerlo con las relaciones personales, mucho más importantes que las relaciones laborales o comerciales. Promulgar por ejemplo leyes que regulen la amistad o el amor, saber cuándo podemos declararnos y en qué forma a una señora o a un caballero, si los podemos invitar al cine o llevarles a bailar, la duración mínima de una relación seria y estable, promesas matrimoniales, cumplimientos, condiciones de despedida, obligaciones e indemnizaciones en su caso.

De momento no lo hacen, pero no será por falta de ganas, dado que tienen soluciones para todo. Pero bueno, lo que sí podrían hacer es intentar corregir esta desenfrenada tendencia de estos nuevos machistas, jóvenes y adolescentes, que de repente, apenas salidos del cascarón y sin haber aprendido las mínimas y elementales normas en las que se basa nuestra convivencia se convierten en acosadores e incluso violadores de sus compañeras de instituto. 

Este inédito fenómeno, al menos en nuestro país, tiene una explicación muy sencilla, al menos desde mi punto de vista, respetando otras opiniones y sentencias, por supuesto: todo esto estaba “regulado” por los valores morales establecidos por nuestra religión, concretamente, por el contundente sexto mandamiento; al perderse esos valores y, sobre todo, con el advenimiento de otras culturas y otras religiones que tienen claro en sus mandamientos que, por ejemplo, no se puede comer jamón, pero que en lo tocante al fornicio no tiene la misma claridad ni contundencia, pasa lo que pasa.

No legislar, que es lo que les gusta a estos del progresismo (el BOE está que arde) pero sí explicar, enseñar, aconsejar que lo primero que tienen que descubrir estos incipientes machotes es el amor propio, aceptar, prestigiar el acto de la masturbación masculina y femenina, sin tener que dar la plasta a tu vecina o vecino; porque la naturaleza, que es muy sabia, nos la ha puesto muy fácil a los humanos... bueno, por el parecido, también a los monos, que no lo disimulan, contrariamente a los de las pezuñas, ciervos, toros o caballos, que estos sí, no tienen más remedio que recurrir a la compañera después de partirse los cuernos con la competencia.

Una campaña de márketing para prestigiar esta solución, explicándole a estos imberbes las ventajas que tienen: prácticas, higiénicas y económicas, para contrarrestar las que hacen, incluso las cantan, muchos machotes; que tienen muchas novias, que, por lo visto, es lo que mola.

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