Opinión

Mirando al mar

Hay que ser mayor para que te suene esta canción de Jorge Sepúlveda que se escuchaba en todas las emisoras de nuestro país en los años 50 – 60 del siglo pasado: “Mirando al mar soñé/ que estabas junto a mí./ Mirando al mar yo no sé que sentí/ que acordándome de ti, lloré” . Si le suena esto es que es mayor, pero no pasa nada. Hay cosas que no cambian con el paso del tiempo, y lo del mirar al mar, a simple vista, sigue igual que siempre, si acaso, los que han podido cambiar son los sueños, pero ya sabemos que los sueños, sueños son.

Lo que sí es diferente, entre otras cosas, son las canciones, no hay más que leer algunas letras de estos “youtubers” que “ triunfan” en los ambientes veraniegos y que no saben hacer otra cosa que insultar, provocar y ciscarse en todo lo que suponga el orden establecido, da igual que sean las instituciones, el Rey o el Papa, cuanto más, mejor. Como los malos deportistas, que cuando no pueden ganar, son incapaces de felicitar al contrario, prefieren dañarlo si es posible.

La cosa es muy sencilla, cuando en esta vida tan competitiva no se alcanza el nivel que te permita destacar, y ves que no puedes igualar y menos mejorar lo que hay, lo fácil es recurrir a la chapuza, al insulto, la provocación, incluso a la destrucción, que eso siempre estará al alcance de cualquiera. Algo parecido a lo que estamos viviendo en estos momentos de violencia generalizada. Tiene razón el Papa Francisco al desvincular el terrorismo yihadista de la religión islámica, aunque tendremos que reconocer que ciertas creencias, directa o indirectamente, puedan incitar a la violencia cuando un loco predispuesto a volarse con explosivos entre una multitud de personas inocentes, pueda pensar que su acción tenga premio y le permita entrar limpio y afeitado en su imaginario paraíso para gozar de las inagotables huríes.

Los que plantan fuego a nuestros bosques no tienen inspiración religiosa ni hacen invocaciones a su dios, pero tienen los mismos objetivos que los que se inmolan con cinturones explosivos al grito de que su dios es el más grande, (qué manía con el tamaño.¿Importa?): causar dolor a esa sociedad de la que forman parte pero en la que no se integran porque no alcanzan los niveles establecidos por esa misma sociedad competitiva, y no tienen la deportividad y humildad de admitir las diferencias inherentes al mundo capitalista, egoísta e insolidario que habitamos, aunque esto nunca sería una justificación a sus actos deleznables, pero tampoco podemos sorprendernos y echarnos las manos a la cabeza; son los marginados de siempre, incluidos locos, frustrados, resentidos o reprimidos con los que nos cruzamos todos los días y que tratamos de evitar poniendo cerraduras, alambradas, alarmas y distancias, acostumbrados a que, como mucho, cuando ya no nos da tiempo a cambiar de acera, les digamos un hola y adiós apresurado. Ellos saben que nunca entrarán en nuestro competido mundo porque no son lo suficientemente inteligentes, atléticos, simpáticos, guapos y preparados que exige esta dura competición de la vida, pero que, a modo de revancha, han descubierto el gran poder que tienen haciendo daño a esa misma sociedad que les ignora, porque por desgracia, insultar, provocar, poner bombas o plantar fuego a un monte siempre será una tarea fácil, al alcance de cualquier desgraciado/a.

Te puede interesar