Opinión

Momento “imbecilitas”

No nos asombremos, pero tampoco debemos sorprendernos de que aparezca el típico digno, preparado y sobrado de turno que nos responda con el clásico y tradicional argumento; imbécil lo será usted, pero la verdad es que este fenómeno de la “imbecilitas”, como el del clima, nos afecta a todos los humanos, todos somos sus potenciales candidatos, también a las humanas, por supuesto, aunque tendremos que reconocerlo, en mucho menor medida, eso sí, no hay más que ver las estadísticas. 

En el transcurso de nuestra vida todos tenemos un momento, un instante, donde, de una forma premeditada y con alevosía, se pueda planificar un asesinato con descuartizamiento incluido, o una guerra, porque el que manda en el ejército puede decidir invadir un país vecino sin dar explicaciones, o de una forma imprevista y espontánea; producto de una euforia puntual deportiva, sexual o alcohólica, un dirigente deportivo, afectado por ese ataque de imbecilidad, tenga una actuación deplorable, machista y desafortunada.

Después vienen las circunstancias, soy yo y mis circunstancias, decía el amigo Ortega, no es lo mismo que ese transcendental momento afecte a un señor, o señora, que lo único que hacen por la mañana es ir a a tomar un café con churros al bar de la esquina, pero que también pueden hacer de las suyas si les da un brote psicótico de esos de no te menees, que deja a todos pasmaos, que sea un presidente de la federación española de fútbol que, debido a un éxtasis producido por una inesperada y gloriosa victoria, le lleva a tocarse los bajos en una tribuna, frente a las cámaras de la televisión y después darle un sorprendente piquito en la boca a una jugadora del equipo, o que sea el jefe de una gran nación, con poderes absolutos al estilo de los antiguos Zares, que, también influido por ese mismo ataque de imbecilidad, puede ordenar a su ejército la invasión de un país, dando comienzo a una guerra donde toda clase de incertidumbres tiene su asiento y en la cual, lo único que sabemos con certeza, es que produce muchos muertos todos los días, aunque, con esto del cuidado que ahora tenemos con lo que llamamos la protección de los datos personales, ya ni sabemos contarlos.

Ante un ataque de imbecilidad, si llegamos a tiempo, solo existe una solución; rectificar lo antes posible, aquí los minutos, como en los ataques de corazón, son fundamentales, las horas o los días que se pierden tratando de explicar una actuación determinada, en un momento decisivo, son definitivos, muchas veces, pequeños detalles pueden cambiar totalmente el destino de una persona o de una nación.

Las encuestas sobre el último resultado electoral que daban al Sr. Feijóo, como seguro ganador de las elecciones generales, no estaban mal hechas, era cantado que obtendría la mayoría, la hubiera obtenido, sin lugar a dudas, si la señora Guardiola, en Extremadura, no hubiera perdido tantos días en rectificar su posición inicial, dando origen al posterior desconcierto de los votantes. Un pequeño detalle. 

Ese es el punto, pequeños detalles, la vida en general, el hecho que motiva el que podamos seguir respirando cada día, sobre todo, a ciertas edades, está condicionado por esos pequeños detalles, de ellos depende todo.

También la democracia se basa en un pequeño detalle; el que los ciudadanos voten libremente a sus representantes políticos y ese voto está protegido; el voto es, o debe ser siempre, libre y secreto, ese es el fundamento para que sea viable eso tan difícil y antinatural como es la democracia, porque está claro que la naturaleza no quiere saber nada de votos ni elecciones ya sean libres o sometidas.

Pero después nos encontramos con otro pequeño detalle, en el Parlamento, el voto de esos representantes que libremente hemos elegido, no es libre ni es secreto.

Y encima queremos que funcione el sistema. 

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