Opinión

“O tolo” de Bentraces

Decía una vieja canción que recordar es volver a vivir, tal vez sea cierto. Uno de los recuerdos de mi infancia es que en todos los pueblos había un loco, por lo menos (un “tolo” en gallego) muy pocas veces era una loca; aquí, no sé por qué, no había paridad, es posible que siga así la cosa. Normalmente eran gente simpática que se pasaba el día correteando por las calles y plaza del pueblo diciendo cosas que, en algunos casos, tenían un cierto mensaje que los vecinos solían comentar delante de los niños con cierta simpatía y comprensión. Algunos de estos locos (en Bentraces, pero podría ser también en otro sitio) decían cosas que, si las hubieran dicho en otras latitudes, tal vez se las pudiéramos adjudicar a un Nietzsche cualquiera, pero por aquí siempre ha sido muy difícil destacar.

Dentro de lo que cabe, había un cierto respeto por estas personas que normalmente eran pacíficas y divertidas y, a falta de televisión, internet y redes sociales, servían para mitigar la monotonía que, sobre todo en las largas y frías tardes-noches de invierno, presidía la pacífica vida en aquellos pueblos de Galicia donde no pasaba nada, excepto en los “ fiadeiros” de los hornos colectivos que, eso sí, tenían su ambiente y sus consecuencias sexuales que evitaban que llegara ese vacío poblacional que ahora padecemos en los pueblos de Galicia y de España. Por lo demás, y recordando a Serrat, aunque no estábamos precisamente en el Mediterráneo, podíamos cantar también con él; que por no pasar ni pasó la guerra. Era zona nacional desde el principio.

Las cosas han ido cambiando, todo ha ido evolucionando, como es lógico, pero ahora estos locos que ya ni sabemos cómo llamarles, ya que con las nuevas, partidistas e hipócritas normativas, de cualquier forma que lo hagamos podemos incurrir en un agravio, falta, delito o, si hay que hacer de la necesidad virtud, encajarlos donde haga falta y llamarles como nos parezca, siguen existiendo, tal vez más, pero ya no son tan divertidos ni tan simpáticos, ahora se han dado cuenta de que, como van en aumento, pueden agruparse y lograr presionar, amenazar y chantajear a una sociedad tranquila, pacífica, sumisa y resignada.

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