Al negocio le quedan treinta años, más o menos, según sean los avances científicos. Entre tanto habrá una serie de personas, no necesariamente hipéricos, porque el gasto no es para tanto, que decidan que sus deudos les criogenicen, les congelen hasta que la enfermedad que les ha producido la muerte tenga cura. A los que deciden congelarse no habrá quien les convenza de que volver del frío abisal es una cuestión de ciencia ficción, aunque los empresarios de la cosa dirán todo lo contrario y se apoyarán en sesudos estudios científicos que por el momento no tienen confirmación, y esperan que el chiringuito no se les caiga, mientras alimentan la posibilidad de la reencarnación. Hasta que falle el primer intento de devolver la vida a un muerto. Los partidarios de la criogenización tienen tantas posibilidades de revivir que de salvarse de la hecatombe los que quieren comprar billetes para trasladarse a una colonia en Marte.
