Opinión

Muñecos

Se comienzan quemando fotos, ninots o peleles y no se sabe donde se para. Ese es el sentimiento trágico por unas actuaciones de aquellos que están dispuestos a  llevar sus aspiraciones hasta las últimas consecuencias. Pero tratándose de fiestas populares, las que sean, en las que un muñeco es víctima de mofa y escarnio para dar rienda suelta a las críticas, como en carnavales, y donde las cosas no pasan de ahí, no hay que ser tiquismiquis porque para cada quien es distinto el motivo que merece el fuego. Y por si fuera poco son los tribunales los que protegen este tipo de protestas festivas que encuadran en el derecho a la libertad de expresión, por lo que todo el mundo, empezando por la fiscalía, tendría que abstenerse de judicializar el efecto purificador del fuego. En Coripe (Sevilla) queman el pelele de Puigdemont, en Lleida, por San Juan, queman el muñeco que representa al juez del “procés” Manuel Marchena. El problema son quienes no distinguen los muñecos de las persona reales.    

Te puede interesar