He leído
mucho de lo que se ha escrito estos días sobre el viaje de los Reyes a Ceuta y Melilla y no he
encontrado lo que buscaba: en contraposición
a las críticas, a la quema de banderas y retratos del Rey, estos días difíciles se han convertido en
un refuerzo evidente de una institución
a la que podemos denominar anacrónica pero que cobra su valor precisamente en momentos como
éstos.
A veces, lo que parece malo se convierte en bueno
y viceversa. Las relaciones con
Marruecos que eran las mejores en muchos años, se han visto dañadas espero que sólo temporalmente,
por una visita que los ciudadanos tanto
de Ceuta como de Melilla, se merecían y esperaban desde hace más de 30 años, casi desde que la Constitución de
1978 consagró ambas plazas
denominándolas 'ciudades españolas'.
Me resulta incomprensible entender por que
desde Adolfo Suárez ningún presidente se
ha atrevido a visitar Ceuta y Melilla, dos ciudades que todos dicen defender, pero que
ninguno ha osado pisar salvo Zapatero,
que lo hizo como tantas otras cosas, aún a riesgo de que le partieran la cara. Una visita que fue
la antesala del reciente viaje de los
Reyes, que tenían la obligación de llevar a cabo porque eran las únicas Comunidades que les quedaba
por visitar aún a sabiendas de que se
abriera una crisis con nuestros vecinos del Norte de Africa.
Algún día habrá que hablar en serio con
Marruecos sobre Ceuta y Melilla, pero mientras
tanto quiero remarcar que este viaje ha servido
fundamentalmente para reforzar a la institución monárquica.
Objeto de críticas a
veces llenas de sentido y otras no tantoy difícil de comprender por sus evidentes
anacronismos, salvo en ocasiones como
esta, cuando se hace visible su papel vertebrador del Estado.
En un país tan plural y descentralizado como
es España, la Monarquía es la única
institución capaz de superar las fuertes rivalidades que originan las luchas de
partidos. Así que sin que sirva de
precedente, quiero levantar mi copa por el éxito de nuestros Reyes en este difícil periplo por las plazas
españolas del Norte de Africa, al tiempo que reconozco que han puesto
la pieza maestra de esa convivencia que
tanto necesitamos en este país.
Imagino que pese al éxito de la visita,
seguirán las quemas de efigies de los
Reyes y las protestas contra su existencia, aunque lo cierto es que la monarquía española ha
conseguido inundar estos días un trocito
de nuestros corazones, y llenar de alegría y satisfacción a unos ciudadanos que aún siendo españoles se
sienten a menudo como si fueran de otro
planeta, no ya de otro país, sino de otro planeta, y eso no es bueno ni para ellos ni para los
que vivimos en la Península, siempre
dispuestos a criticar cualquier gesto que se salga de lo políticamente correcto.