Opinión

UNA IMAGEN VALE MÁS QUE MIL PALABRAS

Es indudable que las monarquías ya no son lo que eran. En pleno siglo XXI su poder político ha quedado muy limitado, diría que cercenado con la aprobación de la Constitución en el caso español, lo que les obliga a sobrevivir al acoso de los medios de comunicación y a la exposición pública, que es sin duda uno de los retos más difíciles a los que tienen que enfrentarse para evitar convertirse en personajes manoseados al más puro estilo Belén Esteban.


Una situación que exaspera a la Familia Real y a su entorno, pero a la que tratan de adaptarse como mejor puedan y sepan. Quizá bastaría que se atuvieran al guión establecido hasta ahora por el Rey Juan Carlos: cercanía, amabilidad, confidencialidad, cooperación con los gobiernos elegidos por la ciudadanía, profesionalidad y normalidad, mucha normalidad, para que las aguas no se desbordasen más de lo que ya lo están.


Mucho se ha especulado sobre las imágenes en la que aparecen los Príncipes de Asturias y las Infantas Elena y Cristina en actitud distante.


Un distanciamiento que ha generado numerosos comentarios y que ha puesto en una situación difícil al Rey, pero también a la Reina Sofía, tanto en su calidad de madre como de Reina.


A mí, como a la mayoría de los ciudadanos, nos importa un bledo que Letizia no cruce palabra con sus cuñadas cuando se encuentra con ellas por los pasillos de Zarzuela. Ahora bien, la situación cambia cuando ese distanciamiento, esa indiferencia, se pone de manifiesto en público, o en actos institucionales y frente a las cámaras.


En una democracia parlamentaria los gestos, los símbolos, siguen siendo parte de su razón de ser. Si estos no se respetan, si no se tienen en cuenta, son muchos los que empezarán a preguntarse para qué sirve la Monarquía.


Pero no solo eso. Cuando el Rey Juan Carlos salió del Hospital, después de someterse a una operación de pulmón, se nos dijo que todo iba por el buen camino, que no tenía cáncer, que pronto empezaría a desempeñar sus compromisos institucionales, con lo que se acallaron las voces de quienes demandaban más información.


Meses después, el Rey apenas sí aparece en público, de ahí que su ausencia de la boda de Nicolás de Grecia no se pueda despachar con un 'el Rey no acostumbra a ir a bodas', lo que no es cierto, ya que fue a la de su sobrino Pablo de Grecia, y algunas otras.


Para que Don Juan Carlos se haya quedado en Madrid debe haber alguna poderosa razón. Incluso es posible que sea cierto eso que dicen de que el Rey no se siente con fuerzas para desplazarse hasta las islas griegas.


Si es así, si esa es la verdadera razón, no veo por qué no se dice claramente, con lo que se evitaría que empiecen de nuevo las especulaciones sobre su estado de salud o su vida personal.


Adelantarse a los acontecimientos debería ser prioritario

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