Opinión

Juguetes rotos

Llevo días pensando si la lentitud de la diplomacia europea y americana, se debe a la insensibilidad de la clase política en general o a intereses económicos y políticos espurios. Me inclino más por lo segundo, sólo así se puede entender que para justificar la destrucción que está sufriendo el pueblo palestino, algunos articulistas argumenten que quienes critican a Israel, son los mismos que apoyaron a quienes hicieron posible el holocausto. Nada más lejos de la realidad. Apoyar hoy a los palestinos es de justicia, como en su día lo fue apoyar la causa israelí. No se puede masacrar a un pueblo con argumentos tan banales como que tan cruel decisión la tomaron los halcones de Israel para que Barak, el actual ministro de Defensa israelí, o Tzipi Livni, ministra de Exteriores, ganen las próximas elecciones. No se puede, no se puede matar impunemente a mujeres, niños, ancianos, hombres, sólo porque los consideran a todos cómplices de Hamas. No se puede. Hay que tener el corazón a prueba de bombas para que no se te rompa cuando ves a cinco criaturas muertas, miembros de una misma familia, envueltos en sábanas blancas, allí, en medio de la calle, porque ya no hay un lugar seguro donde enterrar a los muertos, donde curar a los heridos, donde ocultarse. Hace semanas que en Gaza no duerme nadie, por culpa de la maquinaria de la guerra que no descansa ni de noche ni de día. Quieren acabar con todos lo antes posible y en el menor tiempo, para que el descontento de la gente, de la buena gente que sale a las calles en señal de protesta, acabe antes de que se abran las urnas.


Insisto, no sé de qué pasta están hechos quienes no sienten dolor y rabia al ver la carita de esos niños que corren despavoridos, desorientados, aterrorizados por las mismas calles en las que hasta hace poco jugaban, hoy convertidas en barrios fantasmas, a causa de las bombas de racimo, de las bombas de última generación que destruyen todo lo que se mueve con una gran exactitud.


Cuesta imaginar los sentimientos que les invaden en estos momentos al ver cómo todo lo que aman, lo que les da seguridad, desaparece de su vida como por arte de magia, sólo porque unos señores así lo han decidido en unos despachos-búnker, mientras se tomaban un café bien calentito. Los representantes de las distintas ONG que todavía quedan en la Franja, califican la situación de ‘catástrofe humana’. Sin duda lo es. Quizá por eso Israel ha impedido a los periodistas que entren con las tropas en Gaza. No quieren que retransmitan al mundo el sufrimiento insostenible de tanta gente, cómo sobrevive sin luz, sin agua, sin alimentos, sin ni siquiera vendas para curar sus heridas, que muere en los pasillos de los hospitales porque ya no hay médicos disponibles para atender a una población que se desangra.



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