Opinión

Marbella planta cara a la crisis

ROSA VILLACASTÍN D espués de oir en los medios hasta la saciedad que la crisis se va extendiendo por todo el panorama nacional como una plaga, decidí darme un baño de realidad. Y qué mejor sitio para pulsar el estado de la calle que un lugar tan emblemático y polifacético como Puerto Banús, no sólo porque fue uno de los primeros en su estilo, sino porque por ahí pasean cada día, codo con codo, celebritys, jubilados, curiosos y gente con ganas de conocer ‘in situ’ un puerto como hay pocos en el Mediterráneo, con capacidad para 895 barcos, algunos auténticos palacios flotantes de gente que no sale en la tele ni en las revistas del corazón.


Supongo que cuando los directivos de empresas tan prestigiosas como Carolina Herrera, Hermes, Cristian Dior, Loewe, Bulgari o Custo Barcelona, deciden instalarse en Puerto Banús será porque antes han hecho estudios de mercado que les garantizan una clientela que compra sus marcas. Hay quien dice que la vuelta de los árabes a Marbella ha favorecido el resurgir del lujo. Es posible, pero doy fe que quienes salen de esas tiendas no son sólo los saudís o los de los petroeuros, también los hay señoras de Madrid, de Badajoz o de Logroño, que aprovechan las vacaciones para aprovisionar sus armarios.


Y si hablamos de barcos qué les voy a contar... Los hay de todos los tamaños, el más grande el de un súbdito de la Arabía Saudí, cuya casa volante mide 60 metros de eslora, 8 más que el del Príncipe Salman que ocupa desde hace días el muelle de honor.


Me decía el encargado del puerto que para el 15 de agosto se espera ‘overbooking’ porque no hay atraques suficientes para acoger a tantos como han anunciado su llegada a Marbella. Se podrá decir que estamos refiriéndonos a una minoría, de acuerdo, siempre y cuando no olvidemos que se trata de una minoría que deja mucho dinero allí por donde pasan. Eso lo saben bien las empresas de servicio, que son las que cada día ponen todo a punto para que nadie, pertenezca a la clase que pertenezca, pueda sentirse defraudado.


Ni el que come una simple pizza ni el que encarga la gran mariscada. En una cosa sí coinciden todos con los que hablé, desde la vendedora de pisos al dueño del quiosco de los helados: el panorama que día a día, hora a hora, minuto a minuto, describen los medios de comunicación, no ayuda a la economía. Es más, crea pánico en sectores que son muy sensibles por depender del estado de ánimo del consumidor.


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