Opinión

La sombra de Diana de Gales es alargada


Cuando el recuerdo de Diana de Gales está más vivo que nunca en el Reino Unido -se han publicado unas cartas que escribió a Felipe de Edimburgo, su real suegro, y que desmienten su mala relación-, salta la noticia de que Guillermo, su primogénito y segundo en la línea de sucesión al trono, vive con Kate Middleton, su novia, en la residencia oficial del Príncipe Carlos. Algo que no ha sorprendido a nadie -los ingleses como el resto de los ciudadanos europeos están curados de espanto-, más que a la Reina Isabel, que teme vuelva a repetirse la triste historia de Carlos y Diana, que a punto estuvo de acabar con el prestigio de la monarquía británica.


Independientemente de lo que pueda ocurrir en un futuro, lo que esta claro es que los príncipes actúan y sienten como el resto de los mortales: aman y quieren ser amados. Todo menos sacrificar su vida personal en pos de un trono que nadie les garantiza que vayan a ocupar. Y si no que se lo pregunten al Príncipe de Gales, que lleva desde el momento mismo de su nacimiento -y va para los sesenta-, preparándose para reinar, claro que al paso que va, se jubilará antes de que eso ocurra.


Esperar a que tu madre muera para ocupar su lugar, tenía su lógica en una época en que morían jóvenes o muy jóvenes, ahora no. De ahí la necesidad, creo, de que los Reyes en activo se jubilen a la misma edad que el resto de los mortales. Dar paso a otra generación es un gesto que no deberían eludir quiénes tienen esa responsabilidad, más si quieren que las monarquías sobrevivan a las inclemencias del tiempo. No es una obviedad que para emprender una tarea de esa envergadura se requiere fuerza, entrega, preparación, ilusión, y juventud. La experienci,a en cambio, será el mejor regalo que sus padres pueden hacerles a sus herederos.


Si como dicen Guillermo va a ser el sucesor de su abuela, el daño que se le hará a su padre será enorme, irreparable. Un daño que por lógica marcará también a sus descendientes. Es posible que si viviera Diana, estaría encantada de ese salto generacional que puede producirse en la monarquía inglesa. Encantada porque su ex marido no reine, y mucho más aún porque sea su hijo mayor el que ocupe el lugar de la Reina Isabel. Pero Diana ha muerto y lo mejor es aprender de los errores.


No sé qué hubiera pasado con Carlos y Diana, si no hubieran tenido que soportar la enorme presión familiar y social a la que fueron sometidos. No lo sabe nadie porque la realidad es la que es, que diez años después de su muerte la imagen de Diana se va difuminando hasta casi desaparecer. Algo que creo ocurrirá cuando la justicia británica dicte sentencia y esclarezca de una vez por todas si Diana murió victima de un desgraciado accidente o de un bien planeado asesinato.


Pero mientras eso ocurra, son muchos los que ven en cada gesto de Guillermo o de su hermano, la rebeldía de la madre, sus enormes ganas de ser felices por encima de los convencionalismos. Ojalá lo consigan.

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