Opinión

“Efecto halo" y "efecto diablo"

Soy de los que actualizó estos dos conceptos, pues a decir verdad los tenía en el cajón de la amnesia. Algo recordaba de mis ya antiguos tiempos de la asignatura de Psicología, pero realmente nunca reparé ni profundicé en su significado, prejuicios o beneficios de tales efectos. Y cuando me pongo a actualizar su significado y consecuencias observo que el “efecto halo”, como sesgo cognitivo, ya fue acuñado en 1920 por el psicólogo Edward Thorndike, cuando observó que los oficiales del ejército atribuían una valoración positiva a los que partían de un solo rasgo o característica observada. Aunque no siempre es bueno ni suficiente un solo rasgo para trazar una idea general sobre una persona. ¡En fin!, según me cercioro a través de artículos, el “efecto halo” se trata de “un prejuicio cognitivo por el que se tiende a juzgar de modo favorable ciertas características de una persona debido a la opinión general que de ella se tiene”. ¿Y el “efecto diablo”? Pues propicia lo contrario, de tal suerte que una persona se ve, más bien puede verse, estigmatizada hasta por su aspecto físico, pongamos. Los dos efectos van estar relacionados con la escala de valores de la sociedad.

¡Sí!, el “efecto halo” que embellece al personaje, al tiempo que lo excusa, está muy presente hoy en nuestras vidas, en la sociedad, en las personas públicas que nos rodean y de las que dependemos en sus decisiones. Así como en su momento John Kennedy, el mismo que inició la guerra de Vietnam, el lío de Bahía de Cochinos, etc., poco o nada importó para que en el imaginario colectivo resultara un gran personaje, o como tal trascendió. Llama la atención como la mente construye una imagen sobre otra persona, aun sin conocerle. Pues en eso, cuando la característica reluciente o relevante sobresale de las demás, y generalizamos al personaje de positivo, hablamos de “efecto halo”. Y opinan los psicólogos que este efecto hace que emitamos juicios de valor sobre personas que no conocemos y lo hacemos inconscientemente.

 Pero hoy mismo es el mejor día del “efecto diablo”, endiablado efecto para la telonera de Sánchez Pérez-Castejón que se presentó en Bruselas ante un presunto delincuente, fugado de la Justicia en el maletero de un coche, para convencerlo de que le permita continuar en el machito. ¿Verdad señora Díaz? Y el fugado exige pago por adelantado, en forma de amnistía –no las hagas no las tomes- para empezar a negociar la investidura. ¡Pobre España!, en manos de prófugos en busca y captura, y una telonera interesada…

Lo que ya no entiendo, porque me parece pernicioso, es que el “efecto halo” sirva de herramienta para elevar al grado sumum a un personaje siniestro. Habíamos puesto de ejemplo a Kennedy, que trascendió a la historia como un gran presidente y del que existe una opinión generalmente grata a pesar de sus torpezas que otros tuvieron que corregir. Espero que la otra cara de la moneda, el “efecto diablo”, sirva para que políticos con responsabilidad en el Gobierno, aunque esté en funciones, sufran los inconvenientes de no respetar la Constitución con actuaciones que rayan la delincuencia, cuando la no aplicación de la ley, obviando la obligación de su cargo. ¿Cómo una vicepresidenta del Gobierno, en vez de instar al prófugo a que se someta al veredicto de la Justicia de la que ella es parte responsable, negocia amnistía? Si el “efecto halo” juega un importante papel en entrevistas de trabajo -algo que pude leer antes de ponerme a escribir sobre el asunto-, debido a la primera impresión que causa y que llena el subconsciente, ¿qué efecto le podemos diagnosticar a la señora Díaz, en el curso de su trabajo en Bruselas con un prófugo? Cuando el discurso del poder es el del pragmatismo, la sociedad inevitablemente transfiere su confianza al que va más allá en sus mentiras.

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