Opinión

El cara a "caras"

Desde los albores de la democracia soy un asiduo a los llamados debates “cara a cara” de los candidatos a gobernar España en las campañas previas a las elecciones generales. Quizás la más grabada en la memoria fue la de 1993, entre el presidente González y Aznar, con Manuel Campo Vidal de moderador; y lo recuerdo y considero un auténtico debate de altura, siendo suficiente un solo moderador. También retengo uno ya más reciente, pero por el mal gusto y peor educación, entre Rajoy y Sánchez, cuando éste le espetó, presa de su nerviosismo por el acorralamiento al que lo tenía sometido, el “Es usted un indecente, señor Rajoy”.

No es de extrañar que hasta Rufián, nada sospechoso de ser del Partido Popular, haya twiteado un SOS: “Que alguien llame a Zapatero”

Ya en esta campaña, tras la petición del actual inquilino de Moncloa de hasta media docena de debates, el único que iba y fue “cara a cara”, yo lo catalogo y lo llevo de titular, como de cara a “caras”; por la sencilla razón de que a más de uno se nos puso de póker o acartonada al observar el trismus, ya desde el inicio del debate, en la facies del hoy presidente. ¡Sí!, el inquilino de la Moncloa parecía el aspirante a presidente ante la seguridad y aplomo de Feijóo. ¡Ah!, fanfarronear de gobierno estable cuando lleva consumidos más de 40 ministros… No es de extrañar que hasta Rufián, nada sospechoso de ser del Partido Popular, haya twiteado un SOS: “Que alguien llame a Zapatero”.

Al actual Gobierno de España le trae al pairo la gente que peor lo está pasando y la economía, pese a ir como “una moto”

Comienza el debate de más de hora y media y Sánchez Pérez-Castejón ya lanza una frase prescrita con bastante anterioridad: “La economía va como una moto”. ¡Pues yo no me lo puedo creer!, pues hoy mismo acabo de informarme de que Cáritas ya consumió el presupuesto a estas alturas de ejercicio; de lo que se deduce que existe una nefasta redistribución de los recursos económicos pese a llevar dos años de auténtico récord en la recaudación, o que al actual Gobierno de España le trae al pairo la gente que peor lo está pasando y la economía, pese a ir como “una moto”, vaya usted a saber a dónde y a quién surte.

Y continúa pavoneándose con que “Creamos empleo más que nunca”, que trastoca con la falta de respuesta a la pregunta del aspirante Feijóo cuando le solicita, y le lleva solicitando, el número de “fijos discontinuos”. En un tema tan sensible como escabroso sobre las pensiones llega el culmen de la mentira, al negar que fue el socialista Zapatero quien las congelara; y, si no era suficiente, lo acompaña con un altanero “yo no miento, yo no miento”. Qué razón ostenta Neme al decir que “El mentir de las estrellas es un muy ligero mentir, porque nadie ha de ir a preguntárselo a ellas”.

A estas alturas del debate, que ya se tornara más de reproches que de propuestas y ya se vislumbraba un ganador nato en la figura de Feijóo, el actual presidente intentaba con más ímpetu embarrar el campo. Así, en el apartado de política institucional, salió a relucir lo que en psicología denominan “La técnica de proyección”, que no es otra que atribuir a los otros los defectos propios. Resulta patológico, para alguien que no sabe distinguir la verdad de la mentira, poder gobernar, y además no se puede ser presidente del Gobierno perdiendo elecciones, fueron respuestas contundentes y firmes del aspirante Feijóo ante un Sánchez ya marchito, que se retroalimenta con Vox, e indicando el camino de que el PP sólo puede gobernar si alcanza mayorías absolutas. El PSOE tiene bulas.

Lo dicho nos lleva a que no hacen falta seis debates entre los dos máximos aspirantes a gobernar. 1) Porque Sánchez se tendría que encerrar cuatro días por debate, tal como lo hizo en este cara a “caras”, que costaría 24 días en total; lo cual traspasaría los 15 días de periodo electoral, y no podría atender la presidencia de la UE. 2) Seguro, que según se fueran sucediendo los debates, estos irían irremisiblemente perdiendo interés.

Después de toda esta parafernalia, no nos es ajeno que, transcurridas 72 horas del debate, los socialistas continúan hablando de él, justificando el fracaso, y el PP repunta y llega al nivel más alto de campaña. No estaban en un desigual debate del Senado. Sucedió, en igualdad de condiciones, un debate en TV, que resultó poner “caras” al “cara cara”.

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