Opinión

Berlusconi

Cuando se muere alguien relevante todo el mundo habla bien de él, aunque hubiera sido un consumado cabrón y todos lo sepan. Supongo que tiene que ver con una cierta piedad cristiana o algo así, aunque yo nunca he conseguido entender eso bien. Como decía mi exsuegra con su curioso gallego de Marín cuando le comunicaban el fallecimiento de alguien odioso: “Que Deus o teña onde se merese”.

Hace años escribí un diccionario humorístico inspirado en el “Diccionario del Diablo” de Ambroise Bierce, uno de mis autores de cabecera, solo que el mío trataba de España. De hecho se titulaba y se titula “Diccionario satírico de España”. No lo busquen, nadie ha querido publicarlo nunca y no me extraña. A pesar de que en su momento lo envié a un montón de editoriales nunca tuve esa suerte.

En ese libro aparecían por orden alfabético definiciones de sucesos, asuntos y personajes no solo de la España de aquellos años, sino también de la sociedad, la política y la cultura internacional. Y en la “B” había una breve entrada que era “Berlusconi”. Decía así:

“Berlusconi. (Véase crápula). Político italiano. Aunque no es español pertenece al grupo de los Teleñecos (véase esta entrada), nadie sabe bien por qué pero también en los teleñecos hay infiltrados extranjeros. 

Berlusconi es un teleñeco bajito que lleva, con poca fortuna, alzas en los zapatos. Es fácilmente reconocible: el botox y las operaciones de cirugía estética han acabado por darle el aspecto acartonado y repulsivo que se merece. 

Si en lugar de vivir en el 2011 viviéramos en el siglo XV podríamos preguntarle a este prócer, del mismo modo que hacían las anónimas y populares Coplas del Provincial de entonces al condestable Miguel Lucas de Iranzo, lo siguiente:

 “Ah, fray conde sin condado, / condestable sin provecho, / ¿a cómo vale el derecho/ de ser villano probado?”

Y él, en perfecta sintonía, contestarnos:

“A joder y ser jodido/ y poder bien fornicar,/ y aunque me sea sabido/ no me puedan castigar.”

Releamos a los clásicos. Nunca está de más. Siempre se aprende algo”.

Bien, pues esta era la definición de mi diccionario. Para los curiosos diré que la nota que al principio remite a otra entrada, en concreto a crápula, les llevaría a esto, un sinónimo de Berlusconi:

“Crápula: Depravado.”

Ahora toca enterrar al muerto con loas, fanfarrias, banderas, misas en el Duomo, cirios encendidos y salvas de artillería, no hablar mal de él y hacer rogativas para que entre en el cielo (dudo que eso vaya a ocurrir nunca). 

No nos engañemos, el muerto era un cabrón sin escrúpulos que aprovechando su poder y su dinero montaba gigantescas fiestas bunga-bunga en su lujosa mansión de Cerdeña tan solo para tirarse a cuantas jovencitas pudiera, menores de edad incluidas, tantas que hasta las llevaba en autobuses hasta allí, y esto no es hablar mal sino simplemente decir la verdad.

En fin, Berlusconi: Que Dios lo tenga donde se merece.

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