Opinión

El batiscafo

Hacía años, desde mis lecturas juveniles de las novelas de Julio Verne y otras parecidas de la adolescencia, que no oía ni veía escrita la palabra batiscafo.

En 1990 un joven y atractivo millonario italiano, Stéfano Casiraghi entonces casado con Carolina de Mónaco, perdió la vida en un accidente en su embarcación de carreras durante un campeonato del mundo off-shore en aguas de Mónaco. 

La noticia supuso una conmoción de proporciones casi planetarias. Los medios de comunicación de cientos de países se extendieron durante días y semanas hablando del difunto y magnificando la tragedia hasta proporciones que entraban de lleno en el absurdo. Como si no muriera gente todos los días por cosas peores que practicar por gusto un deporte de riesgo, como por ejemplo sufrir una guerra, represión, torturas, abusos, hambre, esclavitud, enfermedades...

Recuerdo haber leído entonces un artículo de la gran Maruja Torres que denunciaba la hipocresía de aquel teatro mediático, y aunque lo leí hace mucho me quedó en la memoria algo que señalaba agudamente la escritora barcelonesa. Y es que no debíamos olvidar en ningún momento que Casiraghi había muerto en el ejercicio de su estúpido, lujoso y vacío ocio, algo que solo lo beneficiaba a él mismo, algo propio de aristócratas y multimillonarios y que no está al alcance de casi nadie.

El batiscafo del señor Stockton Rush con sus cinco ocupantes, incluido él mismo, que pretendían echarle un vistazo in situ al Titanic, un privilegio por el que habían pagado cada uno cientos de miles de dólares, se ha quedado atascado pero no en el fondo del mar, sino en las profundidades de su dinero y su ridícula ostentación sin sentido. Podemos lamentar sus muertes como lamentamos cualquier muerte, pero no dan ninguna pena.

No me he puesto a medir los tiempos con exactitud, pero aunque sea así a mi modo, de forma tan simple y a ojo de buen cubero, esa noticia con fotografías, vídeos, comentarios de expertos, gráficos, animaciones e infografías ocupó los telediarios durante casi media hora al día. Al mismo tiempo otra noticia simultánea, el hundimiento de un barco de migrantes en Grecia en el que murieron y/o desaparecieron casi mil personas, entre ellas cientos de niños, no ocupó ni diez minutos durante un par de días y sin tanta alharaca visual ni despliegue técnico. No todas las vidas valen lo mismo. Claro que los migrantes no salen en la prensa rosa ni en la lista Forbes.

A mí lo único que me ha interesado de este tema es la mágica reaparición de la palabra batiscafo, que como apunté me remite a mis lecturas de chaval. Y eso que la mayoría de los medios optaron por llamarlo en este caso sumergible, un término menos bonito que batiscafo, aunque tal vez más acertado porque sumergible lo fue hasta sus últimas consecuencias y no emergió. RIP.

Pronto les harán a esos cinco idiotas una peli heroica y lacrimógena. Ya verán. Ya se está escribiendo el guión.

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