Opinión

Violencias varias

El concepto violencia doméstica acuñado por la ultraderecha a mí me recuerda aquel día en que siendo yo un niño díscolo, mi madre me dio una tunda en el culo con una zapatilla. Ya no recuerdo por qué y fue la única vez que ella hizo algo así en su vida.

La verdad es que no fue para tanto. Me molestó más la determinación de mi madre, su enfado y su justificada reprobación por lo que yo hubiera hecho, que el culo. Ni siquiera le llamaría violencia a aquello como no fuera violencia psicológica: en realidad me dolió más el hecho de ser castigado que el castigo.

Otro concepto ultraderechista de moda es el de violencia intrafamiliar. Este también es interesante y me trae a la memoria otra anécdota de la niñez. Un verano en que mi padre subió a casa una gigantesca máquina de escribir de la oficina, yo tendría doce años, me sentó delante sobre una silla con cojines pues yo ni llegaba a las teclas, y durante varias semanas me obligó a aprender mecanografía por las bravas con un ajado manual de tapas amarillas que se titulaba “La verdadera mecanografía al tacto”. La pesadilla y la tortura de pasarme dos horas diarias tecleando aquellos malditos ejercicios que hacían que me dolieran los dedos después, me convirtió en un chico que podía escribir a máquina con la rapidez, limpieza y soltura de una mecanógrafa profesional, sin necesidad de mirar las teclas. Algo que con el tiempo me resultaría muy útil en el colegio, en la universidad y en mi vida profesional.

Otras violencias domésticas o intrafamiliares que recuerdo son aquellas variadas a las que sometía yo mismo a mis mascotas. A Pichín el canario; a Berta la tortuga; a Mickey el ratoncito blanco; a mi perro Toxo; al galápago, que no tenía nombre; al hámster; a Josemari el pato; al erizo que tuve secuestrado un verano en O Rosal, el pobre, y por supuesto a docenas de grillos, ranas, arañas, escarabajos, hormigas y otros seres diminutos y fabulosos de los que, ahora me doy cuenta, abusé tantas veces con esa espontánea, egoísta, e inocente crueldad infantil de los niños.

Lo que no había en mi casa era violencia machista o de género. Eso era otra cosa que descubriríamos años después y resultó que era muy abundante en nuestra sociedad. En realidad en mi casa no había violencia de ningún tipo. Por eso no entiendo que la ultraderecha pretenda incluir bajo el paraguas de la violencia intrafamiliar, otras violencias que son muy distintas por su naturaleza y sus consecuencias. Eso por no hablar de la violencia machista que no se produce dentro de la familia, que también la hay. Y mucha.

J. K. Rowling escribió un libro titulado “Animales fantásticos y dónde encontrarlos”. Ni lo he leído ni he visto la película, pero quizá esos animales sean monstruos y estén entre nosotros, camuflados, haciéndose pasar por lo que no son. Mimetizándose. Engañándonos. Intentando confundirnos.

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